No hay duda de que los Estados Unidos es la superpotencia del mundo actual (hemos pasado del mundo bipolar al unipolar) y como tal solo puede ser odiada por los demás (como lo fueron los romanos probablemente). Pero también es cierto que esta superpotencia, por miopía o soberbia, hace enormes esfuerzos para ser rechazada de manera más marcada. Y para esto tomemos algunos ejemplos latinoamericanos. Hace algunos años le niega una visa a Diego Maradona, en consecuencia le empuja a los brazos de Cuba y ahora tiene un enemigo gratuito y mediático. En casi todos los países del continente apoyó a élites corruptas, egoístas e inequitativas y luego se sorprendió de que surjan fenómenos como Chávez o posiblemente Evo Morales en Bolivia, cuya visión más amplia es la de un populismo que nos aleja del futuro. En todo momento ha preferido a sus grupos de intereses locales en Estados Unidos, frente a una verdadera apertura externa que abriera oportunidades a productores en todo el continente (ahí están lo subsidios agrícolas, las barreras al comercio o los absurdos juicios antidumping). E incluso tenemos las negociaciones actuales del TLC que muestran una posición de poca visión estratégica, desde la intención de colocar ropa usada en nuestros países (posición absurda para una súper potencia), hasta la propiedad intelectual o las barreras al comercio. Poca visión ha tenido Estados Unidos para apoyar el verdadero desarrollo del continente. Y si a eso sumamos intervenciones tan oscuras y cínicas como la de Iraq…

Pero más penoso aún es ver a Latinoamérica unida detrás de Chávez, Castro y Maradona para gritar contra el gigante (merecidamente), contra el ALCA (por ignorancia), contra la globalización (dando espaldas al mundo). Qué mal estamos si esos son nuestros grandes líderes: un eterno dictador, un maestro del populismo y del dispendio, y un genio del fútbol que no puede ser ejemplo para nadie. No hay una sola idea de avanzada en todos esos discursos, no nos situamos por lo que somos, lo que hacemos o lo que creamos, sino por lo que odiamos (Estados Unidos y la globalización). Nos elevamos (o caemos sin darnos cuenta) sobre la base de la destrucción y la oposición. Volvemos al pobre discurso latinoamericano de siempre: todas nuestras culpas y problemas vienen de afuera, no somos responsables de nuestros fracasos… y ahí están los líderes de esa visión: Castro que siempre ha culpado al bloqueo norteamericano (miope por cierto) de todos los males de su socialismo sin incentivos, y Maradona que siempre culpó a la FIFA y a Pelé por sus sanciones (por ahí andaba probablemente Eduardo Galeano y su tristemente célebre Las venas abiertas de América Latina, otra exploración de nuestra inocencia irresponsable frente al mundo siempre culpable).

Ya es hora de que los pueblos, y los jóvenes sobre todo, de América Latina salgan a gritar un discurso propio y libre (no el escrito en La Habana). Un discurso de libertad, educación, equidad, tecnología, inserción al mundo, oportunidades, competencia. Por ahora solo siguen banderas tristemente desgastadas y sin porvenir.