Los ataques los realizan jóvenes, en su mayoría, hijos de inmigrantes africanos y musulmanes.

La violencia callejera surgida hace nueve días en la periferia de París se propagó la madrugada de ayer como reguero de pólvora por los barrios más  desheredados de las grandes ciudades francesas, saldándose con otros 900 vehículos incendiados y 253 detenciones.

Fue el peor balance en nueve noches de disturbios, originados en la periferia de París, a raíz de la muerte por electrocución de dos adolescentes inmigrantes que se creían perseguidos por la policía.

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Como las noches anteriores, las instituciones públicas (escuelas, alcaldías, comisarías, camiones de bomberos) e intereses privados (comercios,  almacenes, bancos) fueron blanco del vandalismo, pero los participantes han evitado enfrentamientos directos con las fuerzas del orden.

De los más de 900 vehículos  incendiados la madrugada de ayer, 656 fueron en la periferia parisina  y el resto en provincias, donde el fenómeno, aparecido la víspera, aumenta.

Más de 100 vehículos fueron quemados en Versalles, cerca de París, 17 en  Estrasburgo (este), 10 en Burdeos (suroeste), 11 en Pau (sur), 9 en Toulouse  (sur). En Lille, en el norte, más de 60 vehículos y dos autobuses fueron  incendiados.

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Además quince vehículos fueron quemados en Niza (sureste) y diez en Dijon (centro-este).

El fiscal general de París, Yves Bot, dijo a la radio Europe 1 que esta ola de protestas es “violencia organizada”, con “una verdadera  táctica móvil”, pero no pudo señalar al responsable. Detalló que “unidades móviles de jóvenes encapuchados, en motos, lanzan cocteles Molotov contra los vehículos y se van”.

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La violencia se registra en los barrios pobres del país donde jóvenes franceses de origen extranjero, sobre todo del Magreb y de África, y en  particular de confesión musulmana, se sienten excluidos de la sociedad  francesa.

Es la peor crisis del primer ministro Dominique de  Villepin, desde que asumió sus funciones en junio.

Francia cuenta con 750 zonas urbanas sensibles, eufemismo para las zonas de fuerte desempleo y presencia de inmigración de extracción baja.

Los obispos católicos franceses manifestaron ayer su “viva preocupación”, mientras que el rector de la mezquita de París, Dalil Boubakeur,  declaró que espera del gobierno francés “palabras de paz”, para apaciguar a los cientos de jóvenes que protagonizan episodios de violencia urbana.

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Pero el ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, quien ya había calificado de “chusma” a los causantes de los disturbios, afirmó ayer que arrestar el mayor número de  perturbadores es “la clave” para resolver el problema.