El partido en el poder ganó este domingo las elecciones legislativas en Azerbaiyán, celebradas en un clima tenso, con denuncias opositoras de fraudes y la petición de anulación del voto en 20 de 125 distritos por parte de la Comisión Electoral Central, ante presuntas irregularidades.
El Partido Yeni Azerbaiyán (Nuevo Azerbaiyán) del presidente Ilham Aliev se confirmó como la primera fuerza política del país al hacerse con un 58% de los votos, según los primeros resultados con el 28% de los sufragios escrutados dados a conocer a última hora de este domingo.
"Consideramos que las elecciones se desarrollaron de forma democrática", declaró en una conferencia de prensa el jefe de la Comisión Electoral Central, Mazakhir Panakhov.
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Los dos partidos que forman la principal coalición opositora Azadliq (Libertad) --Mussavat y el Frente Popular-- lograron un 4% y un 1% de los votos, respectivamente, mientras que la tercera fuerza opositora, el Partido Democrático, no fue mencionado.
Por el momento es demasiado pronto para dar una estimación sobre el número de escaños obtenido por cada una de las fuerzas políticas.
La participación en los comicios alcanzó un 46% de los 4,7 millones de electores con derecho a voto, precisó la Comisión.
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"Son las elecciones más fraudulentas de la historia de Azerbaiyán", declaró Panakh Guseinov, presidente de la coalición opositora Azadliq, que prometió "una batalla constitucional pacífica" para hacer anular el escrutinio. El gobierno advirtió que no tolerará desmanes.
Esa batalla empezó a última hora de el domingo, cuando la Comisión Central Electoral decidió --bajo presión de cinco representantes de la oposición entre los 15 miembros que la integran-- que los resultados en 20 circunscripciones debían ser declarados no válidos.
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Esta decisión debe ser presentada ahora, para su validación, al presidente Aliev, precisó una fuente anónima de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE).
Más que la composición del Parlamento que no tiene poderes reales, es la credibilidad del presidente Aliev que está en juego en esta votación, así como su capacidad de mantener la estabilidad y asegurar la democratización de este país del Cáucaso rico en petróleo, en el que empresas extranjeras invirtieron miles de millones de dólares.
A partir del martes, la oposición podría organizar manifestaciones de protesta contra unas elecciones que considera "totalmente falsificadas".
La campaña electoral ya estuvo marcada por la violenta represión de manifestaciones de la oposición durante las cuales decenas de personas resultaron heridas por la policía, algunas gravemente.
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El presidente Aliev incluso acusó a la oposición de fomentar un golpe de Estado en el que también estarían implicados algunos de sus ministros. Tres semanas antes de la elección destituyó e hizo detener a dos de ellos.
Algunos temen que se repita lo ocurrido en las presidenciales de 2003, que llevaron al poder a Aliev quien sucedió a su padre moribundo, Heydar Aliev. En esa ocasión los resultados de las elecciones fueron cuestionados y se desataron manifestaciones violentamente reprimidas.
Unos 1.291 observadores internacionales y más de 2.000 azerbaiyanos así como 15.000 policías se movilizaron en todo el país.
Antes del cierre de las oficinas de votación, una organización no gubernamental cuyo financiamiento viene de Occidente, la EMC, denunció irregularidades y sobre todo obstáculos al trabajo de sus 2.000 observadores azerbaiyanos.
Grandes compañías petroleras invirtieron miles de millones de dólares en la prospección y explotación de recursos petroleros en Azerbaiyán y en la construcción de un oleoducto que transporte el oro negro del mar Caspio hacia Europa a través de Turquía.
Estados Unidos, que gana influencia en las ex repúblicas soviéticas del Cáucaso, está particularmente preocupado por la estabilidad de este estratégico país, situado entre Rusia e Irán. En particular, porque financió la construcción de una red de antenas de escucha cerca de las fronteras iraní y rusa.
A pesar del petróleo, cerca del 40% de la población vive bajo el umbral de pobreza, lo que ha obligado a dos millones de personas a exiliarse en Rusia y Ucrania para ganarse la vida.