Algunos de los lectores de este artículo pensarán al leer su título que me refiero a la canción del mítico rockero argentino Charly García o al alucinógeno de moda en South beach o quizás a algún motel de esta ciudad.

Aunque me confieso permanente admirador de la música de Charly García, no voy a hablar sobre él en estas líneas, sino del éxtasis de poder que parece invadir a algunos habitantes de Carondelet en los últimos tiempos. Específicamente desde enero del 2003.

Les voy a explicar el proceso para llegar al éxtasis:

Primero, se ponen la banda, se sientan en el trono y al segundo aparecen quienes detentan el poder sin postularse a elecciones, cual cardenal Richelieu en la monumental obra de Alejandro Dumas.

En ese momento se apaga la magia, el encanto y los habitantes del sombrío palacio se vuelven prisioneros de los dueños del poder. Sin embargo, aprenden a sobrevivir en la prisión de cristal, enjugando sus sinsabores con trajes finos, visitas protocolarias, caviar, champán y viajes oficiales.

Finalmente, como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante, el prisionero decide liberarse y para ello, como no quiere abandonar el palacio o la prisión, busca algún aliado que le ayude a defenderse de los malos o del “cardenal Richelieu”, para seguir hablando en sentido figurado. Entonces, al fin, cuando se libera de la prisión, el ex prisionero entra en el éxtasis de poder del que les hablaba y siente que es dueño del mundo, del mar, de la luna, del Ecuador, de su destino, de la voluntad del pueblo y de su Constitución. Y se comienza a equivocar; y comienza a violar las leyes y comienza a desconocer a las instituciones y a desconocer la Constitución y luego cuando reacciona del estado alucinógeno que le ocasionó el éxtasis de poder y se da cuenta de sus errores, resulta que ya no puede dar marcha atrás porque ahora está prisionero de sus nuevos captores, aquellos que supuestamente lo iban a liberar y ahora quieren reemplazar a los anteriores dueños, con mucha menos legitimidad, experiencia y mesura. Conocemos un caso en que fue tarde la reacción y se tuvo que mudar del palacio a Copacabana para terminar en el penal. Ojalá que esta vez la reacción sea oportuna.

El Ecuador necesita personajes serios que lideren un gran cambio de las estructuras caducas y corruptas que lo corroen. La improvisación y el desconocimiento de la Carta Suprema no son precisamente una demostración de que tenemos a esos líderes que necesitamos.