Desde años atrás, cada 31 de octubre, en lo alto del cementerio se celebra una misteriosa misa en memoria de las Almas Olvidadas o del purgatorio.

La ceremonia comienza a las nueve de la mañana del día de brujas y asiste a la misma gente que los lunes visita la Urna de las Almas Olvidadas y otras tumbas tras milagros y hechicerías. Antes de asistir a la misa de las Almas Olvidadas, les contaré, en resumen, sobre los lunes marginales del cementerio.

Religiosamente todos los lunes visitan el cementerio, a más de gente honrada y creyente: ladronzuelos, adictos, pandilleros, ex presidiarios, prófugos de la justicia, proveedores de droga, homosexuales, travestis, brujas, patronas de burdeles, madres, esposas y amantes de presidiarios, etc.

Publicidad

Pero la romería comienza en la iglesia de San Vicente, en dicho templo está San Judas Tadeo, santo adorado por los marginales. Ellos prenden cirios en su honor, rezan, solicitan milagros, cumplen promesas y mandas por los favores recibidos, depositan donativos, adquieren botellas con agua bendita, estampas, escapularios y velas.

Después de la misa de las dos de la tarde, los peregrinos marchan al cementerio a visitar urnas y tumbas. Se sienten cerca de Dios, santos y difuntos. También asisten los adoradores del Maligno a realizar ritos satánicos y de hechicerías.

Luego de ingresar por la Puerta de las Palmeras, la habitada por los gatos, subo las escalinatas del sendero El Calvario. Abajo quedan los mausoleos de mármol y los nichos antiguos. Asciendo por esa tierra enrojecida de tumbas sembradas en lo profundo, de ataúdes atenazados por las raíces vivas de los ciruelos. En ciertos tramos, las escalinatas están destrozadas y las tumbas lucen olvidadas.

Publicidad

A la sombra de un almendro, está la Urna de las Almas Olvidadas. Pintada de blanco y colmada de ramos de flores y velas encendidas. Rodeada por mujeres y hombres de toda edad y calaña. Una placa antigua deja leer: “Urna levantada para consagrar la memoria de los fallecidos olvidados y en nombre de ellos se celebrará una santa misa el día 31 de octubre de todos los años a las 9 de la mañana, se invita al público para esa fecha”.

La urna alberga un cráneo, iluminado por un sinnúmero de velas. Una pequeña puerta de malla metálica protege su interior. Los creyentes introducen por ahí sus escritos solicitando favores y milagros.

Publicidad

El viento arrastra el olor de marihuana y base que una manada de pandilleros consume entre ciruelos y tumbas.

A unos cincuenta metros de la Urna está la tumba de José Daniel Pulla Saglay que falleció el 16 de diciembre de 1981.

Es conocido como el Conscripto Milagroso, su tumba es visitada por parientes de prófugos que imploran que no sean atrapados. A veces, ellos mismos vienen a rezar, beber y consumir drogas junto a las tumbas de sus desaparecidos compañeros de tropelías.

El personaje más enigmático es Antonio Valverde, conocido como el Brujo. Su tumba está casi en la cima y provista de una cruz de unos dos metros. Una serpiente y hojas de marihuana, hechas con láminas, envuelven a la cruz. Una pequeña calavera, una manzana y tres dados yacen sobre la lápida. Y sobre una lámina, medio cubierta por el llanto de las velas, está grabado el rostro de Valverde. Velas negras siempre permanecen encendidas.

Publicidad

Valverde murió el 17 de octubre de 1912. ¿Quién habrá sido en vida? Se sospecha que estuvo relacionado con la hechicería y las drogas. Su tumba la frecuenta gente dedicada a la brujería que deja sobre ella prendas íntimas manchadas de sangre, fotos atravesadas por agujas, puchos de cigarros y papeles con nombres dentro de botellas con orines y otras porquerías. Las brujas recogen la tierra de esa tumba para hacer daño.

Misa de almas olvidadas
El año anterior, cuando llegué a lo alto del cementerio, el sol caía como lluvia de fuego.

La ceremonia no estuvo a cargo de un sacerdote, ni era una santa misa. Una mujer arrodillada ante la Urna de las Almas Olvidadas oficiaba el acto. Leía una larguísima letanía. Después de cada una de sus frases, los feligreses, en su mayoría mujeres, respondían: “Por las Almas Benditas del Purgatorio”.

La Urna lucía recién pintada de blanco y adornada con ramos de flores, cruces, cuadros de santos e imágenes.

Después de una hora de rezos, terminó la ceremonia religiosa y empezó la fiesta. Algunas personas, que creían que las Almas Olvidadas les habían hecho el milagro, en señal de agradecimiento, repartían tarjetas de recuerdo (con imágenes del Divino Niño, el Hermano Gregorio y Narcisa), también vasos con cola, panes y torta de cumpleaños.

Pasada una media hora de conversación y festejos entre tumbas y cruces, poco a poco los feligreses desaparecieron como fantasmas bajo el sol infernal de ese Día de Brujas.

Fue cuando pensé que todos ellos y yo mismo, éramos realmente las almas olvidadas de este purgatorio o limbo.

Emprendiendo el regreso, leí la frase escrita sobre una tumba: “Caminante no hagas ruido, baja el tono de tu voz que mi madre está dormida en los brazos del Señor”. Descendí en silencio y prometí volver.