Pero no tenemos desarrollo. El deterioro de la situación económica dolarizada continúa, a pesar de las cifras que se presentan en los medios de comunicación; cifras que sirven de respaldo para quienes manejan la satisfacción en el país.

El mercado político hace largo tiempo tomó distancia del interés cívico y patriótico. Las mejores rentas están en el mercado de la política sin riesgo de confiscaciones tributarias, y más vale protegidas por la inmunidad que gozan los que con ella se benefician. Todo el estamento de la administración política resume inconexión.

Más parece que los políticos (intelectuales y practicantes), de pronto hubiesen olvidado –¿intencionalmente?– los principios nobles de la función que ejercen y se hubieran convertido en martilladores públicos para ver quién da más...

El Ecuador vive una etapa de acentuado caos. Solo ejercen los burócratas, que son maestros en enredar el ovillo en que anida y procrea la corrupción. Se crean dificultades y trapisondas que al final tienen un alto costo en dinero, y al aniquilamiento del valor moral de quien sufre las consecuencias.

Como existe un diseño económico implícito en nuestra economía, no hay costo alguno que no se deba recuperar a través del consumo. Sin embargo, a pesar de todo este proceso nefasto hay una clase que vive satisfecha social y políticamente con el sistema, y que hasta le encuentra virtudes y nobleza en luchar por su permanencia. (El brillante economista liberal Galbraith estudió y analizó esta situación socioeconómica en su libro Cultura de la Satisfacción).

El Ecuador es un país pródigo en recursos naturales. No es capitalista, pero la riqueza que se genera se la reparte entre políticos, casi siempre de última data, y los beneficiados por contratos, y por leyes –con piola– creadas ex profeso.

El nudo gordiano que se ha creado –que va más allá de ser un juego de palabras: consulta, constituyente y constitucional– está dando lugar a un deterioro económico, que técnica y necesariamente tiene que pagarlo el mercado de consumo. Los precios se encarecen, quiebran actividades y empresas, que dejan sin empleo aun a gente de talento que el Estado ha gastado en su preparación. El panorama: burocracia y derroche. ¿Cuánto va a costar salir del embrollo... de este jaque mate que afronta el Presidente?

No existen políticas para el desarrollo económico. No hay figuras destacadas para rescatar al Gobierno. La gente valiosa que podría dar un espaldarazo en esta crisis, huye del panorama, no por ineptitud o cobardía, sino porque evitan el desprestigio, la cárcel o el exilio. La Ministra de Economía –podría ser la contratuerca en el contorno negativo– pasea su glamour en viajes frecuentes, vendiendo bonos o promocionando venida de capitales. (Los inversores saben manejar el riesgo, pero no son ingenuos para poner su dinero en donde y cuando cualquier ráfaga salpicada de plomo o alimentada con lentejas, arrase con sus propósitos).

El deterioro económico termina con los ideales democráticos. Las necesidades esenciales para sobrevivir no solucionadas tornan buenos caminos en emboscadas. Ante el desbarajuste que se está viviendo, la democracia, aunque sea incipiente, está en peligro y puede dejar paso a la aventura, en que cualquier sacristán querrá ser obispo.