Con procesiones y vigilias dentro de los camposantos  se recordó el Día de los Muertos en los dos cantones.

En algunos cantones de la provincia del Guayas la recordación del Día de los Difuntos se adelanta. En la víspera, el 1 de noviembre, en pueblos como Balzar y Daule se realizan multitudinarios actos de tipo religioso que dan un ambiente comercial y hasta festivo a esta fecha.

En Daule se ofició una misa a partir de las 19h00 del martes a la que asistieron miles de creyentes. En el remodelado cementerio general municipal de la ciudad, monseñor Helmut Nargoziansky, vicario de Daule,  presidió la eucaristía por los difuntos y la posterior procesión al camposanto que ya es una tradición.

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Entre cantos y velas encendidas, el sacerdote austriaco rociaba agua –que minutos antes había bendecido–  entre las tumbas. La costumbre  es que los familiares de los muertos esperen la llegada del 2 de noviembre en medio de las cruces sobre las tumbas.

Después de la misa, solo  cientos de personas cumplieron este ritual. Mercedes Huayamave fue una de ellas y no recuerda desde hace  cuántos años lo hace. “Desde niña y siempre lo hacemos en la fiesta de Todos los Santos, un día antes de los finados”. Le parece tan común.

En Balzar, muchos  moradores de este cantón también acudieron al cementerio local el 1 de noviembre. Aquí el ambiente festivo es más notorio. Una especie de feria popular rodea al camposanto. Se vende desde comida, ropa, dulces, artesanías, discos pirata hasta ollas y utensilios de cocina. Todos estos comerciantes llegan desde otros puntos de la provincia y también de Esmeraldas, Ambato y  Latacunga esperanzados en una buena ganancia por la fecha recordatoria de los muertos.

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Este año, dicen convencidos algunos de ellos, el negocio no ha sido bueno.  Pero pese a todo valió  la pena intentarlo.

Ya en el cementerio es difícil encontrar una tumba que no tenga por lo menos una vela encendida. Para los balzareños es casi una obligación visitar el 1 de noviembre a sus parientes que yacen en este lugar. Y el cirio encendido es una constancia de aquello, pero también una señal para el difunto para que estén alertas y despierten para el día siguiente, que es su día, el de los muertos. Deben estar pendientes de quienes llegan, de lo que le dicen, incluso de lo que le ofrecen  de comer durante esa jornada. Es como el anfitrión de una casa que recibe muy alerta a sus visitas. Al menos eso es lo que creen muchos. Roberto Aguirre es uno de los que no cree, sabe que es así y a quien pregunta se lo dice. Otros ya no están tan convencidos. La joven María  Fernanda Macías está en el cementerio pero sus pretensiones no van más allá de acompañar a su padre fallecido hace cuatro años, encenderle una vela y rezar un par de oraciones. Lo que se cuenta, “puede ser así, pero yo no creo”, relata incrédula. También es común ver en esos momentos guitarristas y cantantes que dedican sus melodías favoritas a quienes ya no están en este mundo.

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Hasta hace unos años en el cementerio de Balzar muchos se amanecían entre los muertos. Actualmente aquello se ha perdido en gran medida. Muchas personas prefieren dormir en  sus casas y regresar al día siguiente. Pero el 2 de noviembre es casi normal. En estos cantones a los muertos se los recuerda un día antes. Ese es su verdadero día.