Los presidentes de América se encuentran el viernes en una ciudad blindada. Estarán aislados en un cerco de decenas de manzanas bloqueadas con pesadas barreras de hierro, y un dispositivo de nueve mil policías para proteger a un George W. Bush que llega en su peor momento, y que ya no puede estar cómodo en ninguna parte, ni siquiera en la Casa Blanca, con el 61% de norteamericanos condenando su régimen.

En Mar del Plata no hay ningún proyecto en común. ¿El ALCA? Aquello está muerto y algunos países, como Brasil, querrán que se haga la menor referencia a ello en la declaración final. Todo un inmenso operativo para nada más que un pronunciamiento vago sobre la reducción de la pobreza o la creación de empleo, entre latinoamericanos que miran hacia la izquierda unos, hacia ninguna parte otros, afectados de estrabismo unos terceros, y talvez tres o cuatro pendientes de Estados Unidos y con intereses creados: por ejemplo Kirchner que quiere el apoyo de Bush para negociar con el FMI pero que tiene que mantenerse de pie en la cuerda floja porque necesita del presidente Chávez para colocar sus bonos de deuda; o el fiel Uribe.

Chávez parece el más optimista: se prepara, encantado, para “un encuentro que va a estar divertido”.

Mientras tanto, dos citas distintas: en la misma Mar del Plata, la Cumbre de los Pueblos con delegaciones de los diversos países, para darse un abrazo, lo que ya, en un continente con tantos intereses cruzados, es decir bastante; y en torno a figuras legendarias como Diego Maradona o Silvio Rodríguez, un Maradona que, para ponerle pimienta al conflicto ideológico que traspasa América Latina, se reunió con un jovial Fidel Castro en su programa estelar de televisión este lunes. Y en Jujuy, en la frontera con Bolivia, acaba de concluir un encuentro entre el Mercosur y la Comunidad Andina, convocado por Osde, una inédita empresa de seguros de salud sin fines de lucro, que en vez de ocuparse de hacer jugosas utilidades con las desgracias del otro, invierte en cultura y en acciones que buscan la integración de América del Sur.

Mientras en Mar del Plata los desacuerdos serán lo único en común desde la cita de mandatarios hasta la cita de contestatarios, la reunión de Jujuy en torno a buscar los puntos en común, interrogándose sobre la democracia, la cultura, el uso en conjunto de la energía y una salud por más allá de las fronteras, parece ser ese camino que mira hacia el Sur. Quizá constituye la forma posible para América Latina de globalizarse decentemente. Y aunque los presidentes se reúnan en Mar del Plata para mirar hacia el destartalado norte de George W. Bush, las sociedades se reencuentran, no sin dificultades, en el Sur. Allí somos los mismos y podemos mirar al vecino por más allá de una frontera inútil. Incluso Buenos Aires, que miraba hacia Europa, comienza a mirar a América Latina, afirma el presidente de Osde, Rodolfo González.

Curiosa imagen de una cita de mandatarios en Mar del Plata: aquellos que encarnan la representación política de la sociedad, condenados a reunirse cercados por la soledad, en medio de decenas de calles por las que solo circulan policías y agentes secretos.