Los principales baluartes del presidente George W. Bush _su credibilidad e imagen como líder fuerte y competente_ han sido gravemente socavados por golpes autoinfligidos, y sus aliados cercanos están nerviosos por el destino de su presidencia. Dicen que ha perdido el rumbo.

Estos republicanos de alto rango, entre ellos asesores de la Casa Blanca actuales y pasados, dicen creer que el presidente puede ganarse de nuevo el favor de la gente, pero es necesario aplicar medidas extremas: hacer cambios radicales en su personal, develar políticas nuevas, recorrer el país y aceptar más la responsabilidad por sus errores. Estas y otras soluciones están siendo analizadas en los círculos más altos del Partido Republicano.

Pero antes está esta pregunta: Cómo se llegó a esto?

Publicidad

Como gobernador de Texas y candidato a presidente, Bush se formó una imagen de político de hablar franco. En su postulación para reemplazar al gobierno de Bill Clinton en el 2000, alzó su mano derecha en casi cada evento de campaña y juró conservar la dignidad y el honor de la presidencia.
  
Esa promesa no era sólo una referencia al escándalo sexual con Monica Lewinsky. Abarcaba cada cuestión ética que alguna vez pendió por encima del presidente Clinton, cualquier enturbiamiento de lo que Bush veía como una línea clara y brillante que dividía el bien y el mal.

En mi gobierno, preguntaremos no sólo qué es legal sino qué es lo correcto, no sólo lo que los abogados permiten sino lo que el público merece, afirmó Bush el 26 de octubre del 2000.

Cinco años después, el asesor de la Casa Blanca I. Lewis Scooter Libby fue acusado de ocultar su participación en el caso de la filtración del nombre de una agente encubierta de la CIA, una investigación que hace surgir preguntas sobre el papel que desempeñaron Karl Rove, cercano asesor de Bush, y el vicepresidente Dick Cheney para desacreditar a un crítico de la guerra en Irak.

Publicidad

El caso socava la credibilidad del presidente, algo que luchó mucho por alcanzar.

En junio del 2004, Bush dijo que se mantenía firme en su promesa de despedir a cualquiera en su gobierno que se demostrara había filtrado el nombre de la agente Valerie Plame. Su secretario de prensa, después de consultarlo con Libby y Karl, le aseguró al público que ninguno de los dos hombres tenía nada que ver con la filtración.

Publicidad

Resulta que ambos estuvieron involucrados, aunque Rove no ha recibido cargos formales y ninguno de los dos ha sido acusado de violar la ley por revelar la identidad de una agente encubierta.

Un funcionario de la Casa Blanca lo expresó de esta manera: de alguna forma Bush tiene que tomar cartas en el asunto y reconocer su responsabilidad.

Estos aliados del presidente dijeron que sólo hablarían sin ser identificados porque no quieren ser considerados como desleales.

 

Publicidad