La ciudad de Guayaquil ha apostado a “la revolución del bienestar”, según el burgomaestre Jaime Nebot.

Esta revolución se inscribe en un proceso de modernización a escala urbana y humana, nunca antes emprendido en su historia. El proceso ha ido de la mano de una planificación seria, articulada a un proyecto integral, de largo plazo, que cubre lo urbanístico, lo turístico, la seguridad, lo educativo, la salud, así como el empuje importante a la producción y el empleo mediante el proyecto –de última data– de estímulos tributarios presentado por su Alcalde.

Guayaquil no es otra ciudad; es una ciudad afirmada en su historia y tradiciones, pero pensada en el presente y en el futuro, pues ha sabido rescatar mediante el trabajo metódico y un civismo auténtico, aquello que pocas ciudades han podido asumir: su carácter y su identidad que, más allá de sus estatuas, elevaciones y senderos, está en el corazón y en el espíritu de su gente.

Ese afán emprendedor de los guayaquileños y guayaquileñas se concreta en la metáfora que exalta la virtud de ser “madera de guerreros”, ícono incontrastable de una ciudad-estado que crece pujante en la ribera del Pacífico.

La transformación de Guayaquil no ha sido fruto del azar, porque existe un liderazgo real que conduce, apoya, estimula y promueve acciones y proyectos sustentables. Sí, yo veo a Guayaquil como una ciudad-proyecto, no solo desde el punto urbanístico sino social, económico, cultural, tecnológico y político, porque todo es posible “en Guayaquil de mis amores”, en la que habitan ciudadanos y ciudadanas de todo el Ecuador.

Las fiestas julianas y octubrinas –celebradas hace poco– son motivos para expresar de muy diversas maneras los sentires de un país que espera nuevos liderazgos. Porque la democracia verdadera no es una declaración. Se hace posible con la participación de la gente, que lidera desde cada espacio o escenario un proyecto común.

La visión de futuro de Guayaquil es convertirse en la primera ciudad-estado, unida inseparablemente al destino del Ecuador, por su capacidad de acción, por su historia y por su crecimiento planificado.

Sabemos que Guayaquil tiene desafíos importantes. El nuevo milenio plantea a Guayaquil retos mayores, como son la eliminación de la pobreza extrema, la insalubridad en los sectores marginales, el mejoramiento de la educación y la inseguridad manifiesta. Solo cuando Guayaquil –la ciudad-estado– administre sus propios recursos e invierta en su desarrollo será posible doblegar a estos males estructurales.

Nebot ha demostrado con iniciativas originales –algunas polémicas– que una buena idea genera recursos y servicios. Allí están sus proyectos locales de seguridad social, de turismo, de cultura, de educación, de salud, de cuerpo de bomberos, registro civil, electricidad, productividad, etcétera. ¡Ningún alcalde ha lanzado tantas ideas para mejorar la calidad de vida de la gente!

Por ello nuestra enhorabuena. Por Guayaquil y por la patria.