Quien suceda a Alan Greenspan tiene grandes probabilidades de heredar un legado de temores  sobre la estanflación.

En los tiempos clásicos de Grecia y Roma, persistía la superstición de que “los truenos a la izquierda significan que los dioses están a disgusto con nosotros los mortales”. Los huracanes Katrina y Rita en la costa del Golfo, los terremotos en Pakistán y Cachemira, el huracán Stan en América Central –cualesquiera hayan sido sus causas– definitivamente califican como grandes golpes para la economía global.

En 10 años más los recuerdos de las calamidades se habrán disipado. Parte del devastado Nueva Orleans podrá reconstruirse. Algunos huérfanos tendrán ya hijos sin recuerdos de los abuelos que nunca conocieron.

Es un error, sin embargo, creer que la historia avanza siempre hacia el mismo lugar, sin importar huracanes, terremotos y ataques terroristas.

La Revolución Francesa de 1789 se originó en las idioteces de reyes como Luis XIV, cuyas guerras desangraron a los campesinos y cuyos impuestos dejaron en la ruina a quienes ya eran pobres. Pero los altos precios para los granos y los bajos salarios en los años 70 del siglo XVIII ayudan a explicar por qué la toma de la Bastilla en París se produjo en 1789 y no en 1767 o 1815.

Volviendo al presente, en Estados Unidos la cruzada del presidente Bush hacia la derecha con mucha probabilidad perderá velocidad por los amplios gastos federales que se necesitarán en la limpieza y reconstrucción después de Katrina. En todos los electorados democráticos existe una lucha interna entre el interés propio de los votantes y su altruismo limitado.

Durante la gran depresión de 1929 a 1935, o en la Segunda Guerra Mundial, el altruismo prosperó y los programas de beneficencia de Roosevelt-Truman-Kennedy crecieron en popularidad. Luego de la Guerra Fría, llegaron al poder líderes liberales como Thatcher y Reagan; y Tony Blair del partido Laboral en el Reino Unido es hoy el medio para que continúe con vida el legado de Thatcher.

Esta clase de razonamiento histórico me sugiere que los recientes choques globales funcionarán en contra de la popularidad de los programas de conservatismo compasivo del presidente Bush. Por ejemplo, su cruzada para desmantelar parcialmente la Seguridad Social, que permitiría a los ricos escoger si prefieren servicios de seguridad privados. Antes de Katrina la propuesta carecía de popularidad. Luego de Katrina sus prospectos parecen más lejanos.

Del mismo modo, contemplemos la forma en que el gasto de guerra en Iraq y la lucha contra el terrorismo deben competir con la esperanza de Bush por aumentar las reducciones de impuestos para los ricos. Hay que aumentar a toda esta lucha presupuestaria las nuevas presiones de grandes gastos federales posteriores a Katrina.

Según mis cálculos, este nuevo elemento probablemente será un importante factor en la reducción de la popularidad de Bush y de su influencia en el Congreso y entre los votantes.

Pasemos de la política a la economía. Cuando usted lea el reporte de la última reunión del comité de mercado abierto de la Reserva Federal, verá que Katrina ha preocupado mucho a la Reserva Federal por la posibilidad de un aumento en la inflación por los precios de la energía, que ya están por las nubes.

En noviembre la Reserva Federal no disminuirá su tasa de interés. Más bien, Wall Street tiene razones para temer que los intereses norteamericanos pudiesen elevarse.

Esta no es una buena noticia para Karl Rove, el sagaz asesor de política de Bush.
¿Es una mala noticia para nuestros vecinos europeos y asiáticos? Quizá. No tengo dudas de que en la era de crecientes déficit fiscales norteamericanos 2005-2006, habrá una desaceleración suficiente en la locomotora norteamericana como para desatar una débil recesión mundial.

Quienquiera que suceda al director Alan Greenspan en febrero del 2006 tiene grandes probabilidades de heredar un legado de temores sobre la estanflación más que temores sobre picos en el desempleo.

¿Qué sorpresas podrían invalidar mis pronósticos? Los titubeos en los precios de las acciones de Wall Street, acompañados de una fuerte deflación de la burbuja de bienes raíces en Estados Unidos, podrían desinflar a la Reserva Federal y desviarla de su programa planeado de aumentos continuos, moderados, “medidos” de la tasa de interés.

Eso, y mucho más truenos a la izquierda, podrían dar marcha atrás a las opiniones de los expertos. Pero tampoco apueste su rancho al peor escenario de desastres futuros.

© Paul Samuelson.