Los animales lloran, gimen, suplican con la mirada. Los psicólogos elaboran teorías acerca de las emociones, de la frontera que separa instinto e inteligencia. ¿Quién puede saber lo que sucede en un perro si lo azotan, si siente por su amo algo que se parece tanto al amor? Un ser humano realiza huelgas de hambre, llega a ciertos extremos, mas el can puede dejarse morir de amor. He visto la foto de una foca a la que mataban a pico limpio: les juro que había lágrimas en sus ojos. No sé lo que sentirá el toro, soltado a pleno sol desde la más espantosa oscuridad, herido por el picador con aquel artilugio que taladra haciendo brotar la sangre. Pero si protestamos contra las corridas, deberíamos también hacerlo contra la peleas de gallo donde las aves se despachurran con uñas de acero; del boxeo, pues 900 boxeadores han muerto en el cuadrilátero desde el año 1920.

Tuvimos en casa un perro que lloraba pero también reía. No estoy hablando de dejar colgar la lengua con desparpajo sino pelar el diente, como lo hacen los caballos. Presumo que la pangora debe sufrir lo indecible cuando se la sumerge en agua hirviendo. La langosta emite un sonido espeluznante, mas personalmente lo olvido cuando llega en salsa Termidor o rodeada de mayonesa.

Los seres humanos lloran a moco tendido. Es tonto decir que lagrimear es asunto de mujeres pues asoman llantos para expresar emoción, alegría, rabia o dolor. La ternura no sabe de sexo. Presenciar el nacimiento de un hijo, un nieto, acariciar cachorritos derrite a cualquier mortal dotado de sensibilidad. Ver morir a un ser amado, fallecer a un amigo, es abrir el dique donde represamos aquella laguna de agua y sal. Se llora por amor, también por desamor. Hay rupturas inevitables, separaciones razonables, imperativas, pero tremendamente crueles.
Existen seres que nunca se reponen de una herida. Basta una melodía para irritar una cicatriz.
“La separación pone en evidencia la fuerza de los lazos y deja sus marcas” (Chamfort).
Después de todo, cada dolor es una memoria. Muchos piensan que el amor es fuente de pesadumbre, que “amor se escribe con llantos”. No se concibe una telenovela donde todo el mundo fuera feliz. Un proverbio chino reza: “No podemos impedir que las aves de la tristeza revoloteen sobre nosotros, pero es factible evitar que hagan su nido en nuestra cabellera”.
Filosofar es una forma de racionalizar la melancolía. El amor se nutre de nostalgia, hay ósculos mojados que saben a llanto. “Siempre se corre el riesgo de llorar cuando uno se deja domesticar” (El Principito). Besar es la mejor manera de decirlo todo sin usar palabras. Catulo escribió: “Si numeras lacrymas, numeres licet oscula; sed si non numeras lacrymas, oscula ne numeres”; es decir: si cuentas lágrimas, es lícito contabilizar besos; pero si no cuentas lágrimas, ¿para qué contabilizar besos? Ovidio, en su Arte de amar, habla de besos húmedos que bebemos en los ojos del ser amado. Los italianos tienen un vino elaborado con uvas del Vesubio. Se llama Lacryma Christi.