Hay libros que una compra, casi siempre novedades, y los lee de un tirón; otros que una no sabe por qué permanecen en sus estantes recogiendo el polvo de los tiempos, esperando el guiño de un fin de semana o un hueco de tiempo para zambullirnos en ellos, y algunos que llegan inesperados y silenciosos, a veces con una breve dedicatoria, presentándose como el vecino nuevo que toca tímido la puerta, queriendo compartir el milagro de su nacimiento, la incertidumbre de haber nacido a un mundo que quizá no sabe de su existencia. Estos se agolpan en mi velador para que la promesa de su lectura no sea una quimera y para que al irrumpir la noche aporten con su cuota de asombro y revelación. Quiero compartir con mis lectores las inquietudes que me suscitaron algunos de ellos.

Rosa Amelia Alvarado publica un nuevo libro de poesías intitulado Hilaré mi nostalgia, en el que nos presenta una poesía intimista, de tono confesional, llena de indagaciones profundas, de verdades existenciales en que fragmentos de vida se revelan con la precisión del relámpago haciendo que el lector tenga en manos un diamante, con la sensación de un antiguo haiku al que le basta una línea para aportarnos una sensación, un asombro, la intensidad de una vida. La poesía de Hilaré mi nostalgia es alada, musical, la poeta se conmueve ante lo cotidiano, el dolor, la vejez, la soledad, el miedo ante la muerte, la resurrección, la poesía. Una se identifica con sus versos porque nos habla en voz baja, como si respirara sobre nuestra nuca, de aquellos instantes de la existencia, tan humanos, que por obvios pasamos por alto, pero que su voz los resucita otorgándoles su justo valor porque forman la arquitectura vital de nuestra existencia: “Nada es imprescindible/ ni tú/ ni yo/ ni mi soledad/ ni tu soledad/ ni siquiera este poema”, escribe.

Wilman Ordóñez Iturralde es un investigador del folclore montubio que publicó en preciosa edición Amorfino, canto mayor del montubio, en el que recoge cientos de estos desafiantes versos populares que constituyen el patrimonio oral intangible de nuestros pueblos costeños, los cuales compila y estudia con rigor académico porque fueron producto de un trabajo de campo en el que, según su autor: “decidí recoger estos amorfinos, revisé archivos, recorrí el campo, estuve en recintos y caseríos, visité haciendas, crucé ríos en canoas de madera de montaña, y en las estancias conocí cantores, ‘mentaos’, repentistas”.
En el arte de improvisar cantando el montubio expresa sus angustias, amores y picardías, en un ingenioso y alegre contrapunto que logra que el auditorio sonría siempre y el montubio exprese su alma a flor de labios: “Yo no canto por cantá/ ni porque tengo buen pecho/ yo canto por derramá/ la pena que llevo adentro”.

Casi en el atardecer de su vida, el doctor Virgilio Macías nos sorprende con Pendulaciones y dos palabras a mi hijo, poesía filosófica, con líneas de un erotismo exultante, en otras sardónico y agudo. En algunos versos este poeta “asiduo pasajero de luces y silencios” logra poesías memorables.

A quien le interese bajar de las alturas poéticas a la reflexión crítica de las relaciones, maridaje o divorcio entre las Fuerzas Armadas, la sociedad civil y los diferentes gobiernos que han agobiado al país, el libro Democracia y militares, Crisis y arbitraje, del coronel Alberto Molina, de El Conejo, sirve como buen entremés para entender la confusión política y el engranaje de movimientos y partidos en la historia del Ecuador desde el retorno a la democracia. Libro de reflexiones profundas que invita a la polémica especialmente en el ensayo sobre el voto militar.

Libros inquietantes, estimulantes, decidores…