La devastación del bosque conmueve. Pedazos de árboles, ya secos, están apilados; a pocos metros hay áreas donde solo se ve la tierra amarillenta; más allá, se ven cenizas y fogatas que consumen la maleza desbrozada, en el trayecto de la T-río Cayapas.

A un costado de esta área se divisa un rótulo de madera que dice: “Bosque protector Yalare. Plan chocó geográfico ecuatoriano. Prohibido caza, pesca y daños en la vegetación. Ayúdenos a cuidarlo”.

El mensaje no sirvió. Una empresa palmicultora desbrozó la montaña, parte del bosque protector Yalare, e inició la siembra de palma africana. Así, la actividad agrícola no solo presiona sino que invade el bosque nativo y parte de las reservas ecológicas del norte de Esmeraldas.

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Una decena de empresas estableció, desde hace una década, sus sembríos de palma africana en un área que va de 35.000 a 50.000 hectáreas de bosques de San Lorenzo.

Estas se asientan desde el borde de la reserva ecológica Yalare, al Sur, hasta el río Mataje, fronterizo con Colombia, por el Norte; desde el borde de la cabecera cantonal, al Oeste, hasta los linderos del territorio de comunidades awá y chachi, al Este.

Letreros con leyendas de “Prohibido el paso, propiedad privada”, son la antesala de las garitas en las que vigilan guardias armados que impiden el paso a las plantaciones. Palmera de los Andes, Ales Palma, Ecuafincas, Agrícola San Lorenzo, Palmeras del Pacífico, Palesema, Aiquisa talaron hasta ahora unas 30.000 hectáreas de bosque secundario y esperan acometer en otras 10.000, según el Ministerio del Ambiente en Esmeraldas. Una extensión similar de estos cultivos hay en Quinindé.

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“No solo es cuestión de controlar a los madereros sino a los otros beneficiarios. Hay que definir dónde va a haber bosque, dónde palmicultura y potreros. Es vital un ordenamiento territorial”, dice Hanz Thiel, del Colegio de Ingenieros Forestales de Pichincha.

Comuneros awá refieren que reciben visitas de palmicultores que ofrecen comprar sus tierras a  2.000 dólares por hectárea.

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La devastación parte desde la entrada de los grandes madereros. Luego llegan motosierristas que sacan tablas de encofrado, el bosque queda degradado y finalmente el campesino y palmicultor pican la montaña y meten fuego. El suelo se vuelve agrícola.  Algunos efectos desaparecen los animales, los ríos se secan.

Leoncio Marín, jefe técnico del  Ministerio del Ambiente en San Lorenzo, señala que el organismo tramita unos 20 juicios contra palmicultores. Por eso considera que es mejor decretar una veda a la tala en determinados sectores. “Eso es lo que estoy pidiendo al director nacional forestal. Con un acuerdo ministerial se daría esto”.

35.000 HECTÁREAS
De bosque secundario se transformaron, como mínimo, en plantaciones de palma africana en San Lorenzo. Una decena de empresas opera en la zona y presiona al bosque primario y las reservas ecológicas.

35COMUNIDADES
de las riberas de los ríos Cayapas, Ónzole y Santiago, al oriente de la población de  Borbón, están afectadas  por la tala de los bosques, dicen sus dirigentes.

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ALGUNAS CIFRAS

DE LA MADERA
Las empresas  madereras y comerciantes particulares pagan a los comuneros en promedio de 10 a 30 dólares por un árbol de chandul, sande u otra variedad de madera utilizada ya sea para aglomerados o para hacer tablar y elaborar muebles.

Algunas empresas   madereras pagan solo de $5 a $ 10 por un árbol o compran a precios bajos por metro cúbico, aduciendo que la explotación se hace en sectores remotos, denuncian los miembros de la Federación de Centros Awá del Ecuador.

De un árbol  de madera rolliza (para aglomerados) sale 4 metros cúbicos. En cada hectárea se aprovechan entre cuatro y diez árboles.

De aquel  de madera dura salen unos cien tablones de 2,50 metros, que en Borbón y San Lorenzo se comercializan a 2 dólares cada uno. Ese mismo tablón en Esmeraldas cuesta hasta 5 dólares y en Guayaquil o Quito puede valer hasta el doble.

Las compañías   que explotan madera blanca en el norte de la provincia de Esmeraldas elaboración tríplex y enchapados, que exportan a Estados Unidos, Europa y Japón.

En el invierno,   la madera que sale desde las riberas de los ríos Cayapa, Ónzole y Santiago llega en forma de balsas por esos cauces. El centro de acopio está en Borbón.

Un trabajador  que labora para los comerciantes madereros gana entre 4 y 6 dólares diarios.

Un chofer de tráiler   que transporta madera percibe 300 dólares mensuales, más 40 dólares para viáticos por semana.

En el cantón San Lorenzo  ya solo quedan unas 80 mil hectáreas de bosque nativo.

Cada mes,  Setrafor extrae 4.000 metros cúbicos de madera rolliza; Codesa, 1.500 metros cúbicos; Plywood, 2.500 metros cúbicos; los madereros particulares, 1.500. Entre todos suman 9.500 metros de madera rolliza explotada cada mes. Esta cifra es solo la que sale con guías.

Una hectárea   de bosque primario posee cinco árboles de madera dura rolliza; 25 árboles de madera rolliza suave; 68 árboles varios de entre 20 y 40 cm de diámetro y 490 arbolitos juveniles. Entre cada cosecha debe pasar un tiempo de 20 años.