La entidad policial  califica de ‘jefes de pandillas’ a los deportados y ellos dijeron ser obreros indocumentados.

Según la Policía de Italia, treinta ecuatorianos deportados (de 39) ayer en un vuelo conjunto “son jefes de pandillas ecuatorianas de la ciudad de Génova”.

Informes periodísticos de ese país detallan que el grupo de repatriados son migrantes indocumentados, con familiares y que trabajaban en forma irregular.

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En el caso de uno de esos migrantes sin papeles, según el diario La Reppublica, un juez de Roma falló a su favor  y dispone suspender la expulsión de ese país. Así, el ecuatoriano deberá retornar y será el estado italiano quien deba pagar los gastos de su retorno.

En Ecuador, luego de la deportación de los ecuatorianos, diversos sectores de derechos humanos y de la Iglesia Católica calificaron a la repatriación masiva como  “humillante” y “con una intención de etiquetar a los ecuatorianos”.

El pasado miércoles, 82 ecuatorianos retornaron de España e Italia (del primer país 43 y del segundo 39) en un vuelo conjunto organizado sin previo aviso.

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A su retorno, tres de los repatriados expresaron cómo enfrentaron la deportación.

Uno de ellos, José Quinga, de 46 años, a su llegada tenía la mirada perdida. No tenía dinero. El amigo que hizo durante el vuelo dijo que lo ayudaría pero ya no estaba. De él solo sabía que su nombre es Juan. Para José, la pesadilla que se inició en Génova, no termina.

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“Pasé cinco journos (días) encerrado”, dijo. Durante ese periodo pudo conversar con su esposa por teléfono, estaba seguro de que lo soltarían. Pero no fue así. Lo subieron a un avión que lo llevó a Roma, luego en otro vuelo llegó a Madrid, y sin que lo pudiese evitar, ya estaba en Quito.

Llevaba cinco años laborando clandestinamente en Italia. El calor de Génova, era comparable con el de Guayaquil, su ciudad natal, pero eso fue lo que le gustaba, que esa ciudad en algo le recordara a la suya. Así que al primer año se trajo a sus dos hijos y al siguiente a María, su esposa.

Como obrero de la construcción le iba muy bien, hasta el jueves de la semana anterior. Ese día, José caminaba con su maleta negra abultada. Un policía le pidió que la abra. Adentro estaba el almuerzo preparado por su esposa y las herramientas de albañil. Le pidió sus papeles. Como no los tenía lo detuvieron.

Luego, lo que más le indignó fue que hayan fletado un avión para llenarlo con ecuatorianos indocumentados, quienes al darse cuenta de ello, la mayoría lanzó injurias contra los países que los expulsaron.

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Otro de los deportados, Ernesto Armendáriz, un ambateño de 44 años, fue expulsado de Barcelona. Dice que cuando bajaba de su coche la policía lo tomó preso y lo llevó hasta Madrid.

“Hombre, hasta las patatas recibirían un mejor trato”, alega con un marcado acento español. Lo mismo que Alejandro Sedamanos, de Macará (24 años), quien asegura que lo apresaron en Alicante por indocumentado.

De pronto, salen unos doce muchachos. Visten la moda hip-hop. Se tapan los rostros con las capuchas. “¿Por qué fueron deportados?”, pregunta un periodista.
“Qué te importa”, responde uno de ellos. Como tienen dinero, pagan una furgoneta que los llevará a la terminal terrestre de Quito.

La duda queda, si la deportación fue por no tener documentos o por tener líos con la ley en esos países. Todos juran ser indocumentados. José Quinga sigue atento para ver si su amigo Juan se acerca por allí. Juan tiene cinco dólares, es el único que lo puede ayudar. Pero no aparece.

REACCIONES

“Los gobiernos se cansaron demasiado pronto de intentar regularizar a los migrantes indocumentados sin tomar en cuenta las razones por las que estaban en esos países. Es una repatriación dolorosa, ese es el problema, el regresar sin encontrar nada allá y lo peor de todo, posiblemente sin encontrar nada acá. Es muy doloroso para los ecuatorianos”.
Monseñor Luis A. Luna Tobar,
ex arzobispo de Cuenca

“Lo de estas repatriaciones es una humillación tremenda para quienes salieron en busca de oportunidades  y regresar de esa manera sin haber logrado lo que buscaron. Es una vergüenza pública. Lo que se ha hecho es someter a personas que en realidad fueron en busca de trabajo como lo hicieron nuestros antepasados españoles e italianos y a ellos nunca se los trató mal. El Estado  está cruzado de brazos, no interviene para defender a los compatriotas”.
Nelsa Curbelo
Presidenta de SerPaz