Guanimar era el viernes un pueblo fantasma: sus 500 habitantes habían sido evacuados ante la amenaza del huracán Wilma.

Mientras tanto, las autoridades exhortaban a los cubanos de la región occidental a no   bajar la guardia ante un meteoro que podría tener serias consecuencias para la isla.

La Defensa Civil informó que en todo el país se habían evacuado unas 516.000 personas.

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Aunque no hubo olas de siete metros _como se reportaron en otras regiones de la isla_, en Guanimar, ubicado a 70 kilómetros al sur de la capital, el agua comenzó a saltar con fuerza por encima de un pequeño malecón y las autoridades decidieron desalojar a sus pobladores.

Evacuamos a todas las personas hasta 10 kilómetros de distancia de la costa, explicó a la AP Luis Iván Olivera, funcionario del municipio de Alquizar donde se encuentra Guanimar.

Sólo el ruido del viento y algunos perros acompañaban a los policías y la brigada de pescadores que se quedaron cuidando las casas y los barcos para evitar robos o saqueos.

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Los lugareños adquirieron una basta experiencia en esta zona: ya fueron evacuados cinco veces en esta temporada especialmente activa de huracanes y debido a las penetraciones del mar. En esta ocasión se los alojó en la escuela Felipe Herrera, a unos 20 kilómetros de distancia.

Es un sufrimiento dejar nuestras casas, pero cuando venimos aquí y nos dan todo, con este amor... uno no puede más que estar agradecida, expresó Emilia Tabio, una habitante de Guanimar albergada en el instituto escolar.

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Niños que corren, madres atareadas y hombres que esperan marcaron las horas en la Felipe Herrera, mientras esperan, al igual que millones de cubanos, que Wilma se decida emprender rumbo al este y salga de las proximidades de la isla.

En el noticiero de la televisión se informó de olas de hasta siete metros en la costa sur de Cienfuegos, así como en la península de Guanahacabibes, en Pinar del Río. El cabo de San Antonio, en el extremo oeste de Cuba, se encontraba incomunicado y se registraban lluvias intensas.

Entre tanto, los vuelos nacionales quedarán cancelados desde la noche del viernes, pero las operaciones internacionales continuarán mientras el   tiempo lo permita, informó el Instituto de Aeronáutica Civil.

En la capital, con sus dos millones de habitantes, comenzó a llover en la mañana, a ratos con fuertes aguaceros. A diferencia de días anteriores no se veían filas frente a los comercios y la ciudad parecía desierta.

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En las calles, los trabajadores de los servicios comunales desafiaban el mal tiempo, cubiertos con capas mientras recogían desperdicios y ramas de árboles para evitar que los alcantarillados se tapen.

El Hotel Nacional, el más sólido de los centros turísticos cubanos, estaba repleto de vacacionistas y se disponía a recibir a aquellos de otros que pudieran sufrir consecuencias tras el paso de Wilma.

No estamos asustados, dijo Armando Arduin, un francés de visita aquí y que se preparaba para la   nueva experiencia de ver pasar un huracán.

Al mismo tiempo, los expertos y las autoridades de la Defensa Civil instaban a la población a no confiarse ante la lentitud del huracán ni a subestimar sus peligros.

Wilma es un huracán de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson de un máximo de cinco. Sus vientos máximos sostenidos se mantienen en el orden de los 240 kilómetros por hora, con rachas aún más fuertes.