El país observa y aguanta, cada vez más, el incremento de problemas desagradables en todo estrato, pero lo que más le duele  es cuando le pisotean su escuálida economía. Los altos costos que incluyen impuestos hasta por respirar, y el mal servicio de la energía eléctrica, el teléfono y el agua potable han desembocado en una rebeldía del pueblo, desacatando disposiciones legales y defendiendo su único afán: ¡seguir sobreviviendo! Eso es producto de la negligencia o manejo político corrupto en defensa de intereses creados, por quienes están al frente de esas instituciones.

Calles rotas en dos o tres ocasiones con asfalto nuevo, con trabajos inconclusos obstruyendo el tránsito y causando malestar a cualquier hora; la calidad cuestionada del producto vital (agua); los cortes de energía eléctrica y telefónico, son decisiones indolentes de autoridades, al bolsillo roto del pueblo, considerando que no hay ingreso que alcance para pagar esos costos de servicios básicos, los más altos en América Latina. Se agrega la banca intocable que asfixia al usuario de clase media para abajo y le obliga a perder sus derechos cobrando excesivos e ilegales costos “operativos, de servicios y administrativos” debitados arbitrariamente de sus cuentas. Banca chulquera y poderosa, hueso duro de roer porque hay empresarios y políticos aliados a la misma.

La ciudadanía también observa que en el sistema judicial del país se incrementa la corrupción, se  fomenta la delincuencia y el delincuente sea de corbata o no, obtiene respaldo de sus cómplices para volver a delinquir por contar con buen patrimonio económico para comprar a la autoridad competente. El sobreprecio y las comisiones en contratos privados y públicos; la contabilidad maquillada; la evasión de impuestos que fomenta el contrabando; el descontrol de aduanas, son entre otros los principales factores que le han quitado los valores al ser humano y malogrado el sistema socioeconómico del Ecuador en los últimos 25 años de “institucionalidad democrática”, donde la clase tradicional política ha dado el mal ejemplo. Ahí tenemos los últimos 180 días de un gobierno improvisado, acosado y sin brújula.

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No por ser pesimista sino realista, pienso que  el Ecuador es y será ingobernable mientras no haya voluntad política; es decir, mientras no se dejen de lado los revanchismos, intereses creados y complejos para vivir por una sola causa.

Econ. Leonardo Arias de la Cruz
Guayaquil