Los voceros de dichas empresas han presentado dicha resolución como un “triunfo” de sus representadas. Importante signo de los tiempos que vivimos: hoy los fabricantes norteamericanos de cigarrillos deben darse por satisfechos con que al menos no se los equipare con las mafias que distribuyen drogas ilegales y prostitución.

Porque, por lo demás, ya nadie discute que su actividad consiste en producir la muerte de millones de personas al año, por lo que hacen falta políticas más estrictas que permitan regular esta actividad, sobre todo poniendo límites a la publicidad del tabaco.

De hecho, la resolución de la Corte Suprema de Justicia no le pone fin todavía a varios otros pleitos judiciales iniciados contra compañías de cigarrillos, que deberán hacer grandes esfuerzos para impedir multas y reparaciones millonarias exigidas por el Estado y por demandantes privados.

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Lamentablemente, en nuestro país, no se avanza por el camino de restringir la difusión del cigarrillo. El Gobierno actual, encabezado por un médico cardiólogo que hizo de la salud pública una de sus grandes ofertas, parece haber olvidado completamente la importancia del tema.