¡Bien hechito que salió el Molestina! ¡Qué preguntón que era! Quería hacernos una cantidad de preguntas y nos puso a todos a temblar porque algunas, para qué también, eran dificilísimas. En cambio otras, para qué también, eran facilísimas.

Todo quería saber de nosotros el Molestina. Todo quería consultarnos. Que cómo nos llamamos. Que qué cara tenemos. Que si somos unicamerales o bicamerales. Que si tenemos ganas de ser autónomos o más bien inautónomos. Que si queremos que nos revoquen el mandato o, en vez de revocarnos, másmejoresmente que nos hagan la liposucción y el piling. Y así.

Comenzó con 17 preguntas larguísimas y complicadísimas pero después dijo que esas eran solo un borrador y que, sacadas a limpio, quedaban en seis. O sea eliminó a 16.
¡Ay no, qué bruto!, eliminó a 11, que es el número en que iba a hacer la consulta, aunque ese no era un número sino una fecha: el 11 de diciembre.

Y en esas estaba cuando se pelió con el Palacio. Y todo porque el Palacio quería que nos hiciera otras preguntas algo más íntimas y el Molestina decía que no, que ni muerto nos iba a preguntar que si estábamos enamorados o no, como quería el Palacio que nos preguntara, con lo que él es médico del corazón. Pero bueno, aquí entre nos ¿ustedes sí están enamorados? ¡Qué bueno! Pero no le contarán al Palacio, porque ha de querer curarles. Horribles son los médicos del corazón: todo curan. ¿Y de quién están enamorados? ¡Qué bueno! Ya ven, si no es pues necesario tanta consulta para saber lo que hay que saber. Con un poco de tino se les saca nomás a ustedes todo. Y así, entre nos, ¿quieren un Congreso unicameral o bicameral? Claro pues, yo también. Ojalá ganemos. ¿Y que se vayan todos también quieren? Ah, eso no es motivo de consulta.
¡Qué pena!

Total ¡se armó una bronca por lo de las preguntas! Cómo sería que hasta al Vicepresidente, que quería preguntar, no le dejaron al pobre. O sea le dejaron colgado y con las preguntas hechas, para que no pudiera preguntar. ¡Ya lloro! Pobre Vicepresidente. A otro estadio también está de que le pongan su nombre, para que se consuele. O bueno ya, no a un estadio sino a un coliseo nomás. O a una cancha de volley, por lo menos. Sí se merece. ¡Cómo le hicieron trabajar en vano!

Al final nadie se puso de acuerdo y por eso el Molestina más bien se fue saliendo y nos dejó a todos con las ganas de contestar todo lo que no nos habían preguntado. Elé.
¡Qué tontera el Molestina. Mala nota. Y lo peor es que no solo salió él, sino que se fue saliendo con todo el partido que había entrado con él. Y otra vez le dejaron íngrimo al Palacio que ahora ya ni sabe qué preguntar. Ni a quién.

Por eso creo que el pobre Palacio ahora solo anda preguntando qué horas son y cuánto mismo le falta para terminar su mandato. Pero lo peor es que nadie le contesta porque todo el mundo está hasta las marimbas timbas de las consultas que amenazan con preguntar una cantidad de cosas y al final no preguntan nada.

¡Ya me cabrié! Mejor está de que, una vez librados del Molestina y de la Izquierda Democrática, el Palacio vuelva nomás solito a refundar la República y llame, como propuso al principio, a una Asamblea Constituyente que ya no pregunte nada sino que diunechasmente nos dé una nueva Constitución en que se prohíba que los cardiólogos que llegan al poder anden preguntando pendejadas y se dediquen solo a gobernar. Pero ahora sí sin el Molestina, que resultó demás preguntón.