El 22 de octubre se cumplirán 16 años de la tragedia en la ciudadela La Atarazana, donde un avión Jaguar de la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) se precipitó a tierra y acabó con la vida de diez personas. Mucho se habló entonces de prohibir ese tipo de maniobras sobre sectores urbanos  y de la necesidad de sacar el aeropuerto Simón Bolívar de la zona en la que actualmente se encuentra.

Pero, para contrariedad y nerviosismo de las familias que habitamos esta ciudadela, debemos soportar todos los años en este mes de octubre los vuelos de aviones cazas sobre nuestros hogares.

Lo que para los señores de la FAE es diversión, para nosotros es pavor. ¿Necesitan que caiga otro aeroplano y muera más gente para tener la sensatez de decir ya no más vuelos suicidas sobre ciudadelas?

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Cada año se esmeran en “mejorar” su imprudente espectáculo trayendo, con gran audacia, a pilotos y aviones de otros países.

Solo quienes por desgracia del destino y “gracia” de la FAE vivimos ese pesar en octubre de 1989, sabemos lo traumático que es sobreponerse a la pérdida de nuestros seres queridos, a quedar errantes a la espera de reconstruir una vivienda, a recomenzar una vida que se destruyó de la noche a la mañana.

¡Señores, no nos interesa su show!, no entendemos su necedad de continuar con este tipo de espectáculos sobre zonas pobladas, no queremos revivir nuevamente desgracias por culpa de la imprudencia.    ¡Están jugando con la vida de seres humanos y Dios no les ha dado ese derecho ni a ustedes, ni a nadie!

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Ab. Rafael Zamora Zamora
Guayaquil