Es incuestionable el revuelo a todo nivel que ha causado en la sociedad ecuatoriana el proyecto del ex presidente Febres-Cordero respecto de la banca nacional, el manejo de sus inversiones y el costo de sus servicios.

Y en realidad, aunque los señores de la banca privada hagan un tremendo y, a mi criterio, desmedido esfuerzo por intentar “tapar el sol con un dedo”, precisamente en ese afán no han hecho otra cosa que ratificar la válida inquietud del ingeniero Febres-Cordero, respecto del actual rol de la banca privada.

No vamos a discutir que el proyecto debe ser ajustado en temas importantes como la ilegal e innecesaria intervención del Banco Central, entidad que debería haber desaparecido hace años y que actualmente, con honrosas excepciones en Quito y Guayaquil y en cargos no directivos, da cabida a burócratas que se benefician con créditos baratos y canonjías sindicales a las que de otra forma –dentro de la libre competencia del sector privado– no podrían acceder.

Sin embargo, es importante que se ponga en el tablero de la opinión nacional la interrogante respecto a qué debe hacer la banca para arrimar el hombro y ayudar de forma obligatoria a salir al país adelante.

Con honrosas excepciones que confirman la regla, no hace sentido una banca con costos de servicios altísimos, disonantes con la realidad del país y con el carente presupuesto de la gran masa de ecuatorianos. Una banca que diseña muy poco y que no crea productos alternativos. Una banca que apuesta al spread de las tasas y a invertir en el extranjero la plata que capta en Ecuador y dejar sólo lo necesario para prestar a los grandes y seguros clientes, a los amigos; y, por supuesto, para pagar los costos de la buena y excéntrica vida de algunos de nuestros banqueros.

Una banca que no toma riesgos, que tiene sus propias fiduciarias que se han convertido, dicho sea de paso, en simples cajas fuertes, desvirtuando la importancia y versatilidad de la institución jurídica del fideicomiso. Una banca que humilla al pobre y humilde ecuatoriano que piensa cinco veces antes de usar un cajero porque es posible que su saldo quede en rojo con el costo de su uso, o que se quede sin dinero para el pasaje de regreso.

Una banca que se da el lujo de gastar, cual multinacional, verdaderas fortunas en reproducir artículos de opinión en medios escritos del país, tratando de marear a los lectores al dar la sensación de que el Ecuador la apoya. ¿Cómo no van a encarecerse los costos si se dan el lujo de realizar estos golpes con mano ajena? Pero no importa, si total, al final de cuentas, quien paga la factura es el pequeño ecuatoriano a quien no le queda otro camino que poner sus modestos recursos en la banca ecuatoriana, porque pareciera que de alguna forma, alguien ahuyenta a la verdadera competencia que es la banca extranjera.

Ojalá al final de este ejercicio, encontremos la forma de que el dinero de los ecuatorianos sirva para los ecuatorianos y que los banqueros recuerden que si todos los ecuatorianos retiramos nuestros fondos y los depositamos en Chile, Estados Unidos o Suiza, no hay banca nacional, ni banqueros, ni cajeros, ni comisiones, ni mansiones, ni casas de playa, ni viajes, ni constructoras, ni inmobiliarias, ni fiduciarias, ni hobbies, ni vida color de rosa.