Durante casi 100 horas, Zarabe Shah, de cinco años, estuvo atrapada entre los escombros de su casa derribada por el terremoto. Ayer, rescatistas rusos sacaron a la niña, ofuscada y cubierta de polvo.
El hecho alentó a los rescatistas al reducirse la esperanza de hallar sobrevivientes.
“Quiero beber”, susurró la niña demacrada. Quería agua, y dijo que no tenía hambre.
El día anterior, los vecinos habían recuperado los cuerpos del padre y dos hermanas. La madre y otras dos hermanas sobrevivieron.
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Pero su madre había dado a Zarabe por muerta y había partido para Abbotabad, una ciudad al norte de Islamabad, menos afectada por los daños. Zarabe fue llevada a un campamento sórdido donde otros sobrevivientes del gran terremoto del pasado sábado tienen escaso abrigo y alimentos, aunque empieza a llegar abundante ayuda a la región.
Relató que en el terremoto cayó de la escalera y el pozo de esta la protegió de la caída y de los escombros. Dijo que no pudo dormir bajo los escombros. Zarabe habló poco, se refirió a su escuela y no sabía la suerte de su familia.
El sismo, de 7,6 grados en la escala Richter, ha dejado al menos 24.000 muertos, 51.000 heridos y 2,5 millones de personas sin hogar.
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Ayer tropas indias cruzaron la Línea de Control que separa a la disputada región de Cachemira para ayudar a sus contrapartes paquistaníes en las tareas de reconstrucción.
Ayer, un nuevo sismo, de 5,6 grados en la escala de Richter, sacudió el norte de Pakistán.