Educadora, por lo tanto, amante de la justicia, Beatriz Valarezo Jaramillo demuestra la vigencia de la obra de Enrique Gil Gilbert. Por los ejemplos humano y espiritual que ofreció.

Con relaciones culturales superiores, la maestra guayaquileña es la primera en observar a profundidad los motivos que mantienen vital el modelo del escritor leal al dolor popular y firme en su ideología incorrupta en la tarea de fortalecer la cultura hispanoamericana.

Al conocer el libro de Valarezo Jaramillo, inevitablemente se preguntará el lector por la escasez de estudios biográficos y analíticos del aporte de Gil Gilbert a un país necesitado de transformaciones que el Socialismo indicaba.

Las numerosas respuestas a esa inquietud, por lo pronto, se diluyen al entender que ha faltado carácter y organización amorosa en el trabajo de dar con referentes orientadores de la vida y la obra del valiente luchador.

Beatriz Valarezo Jaramillo abre este camino con claridad y amable palabra. Con estudios superiores en la Universidad de La Habana y cátedra universitaria y colegial, es en el colegio Gil Gilbert donde trabaja y se resuelve el trabajo investigador de la maestra.

Ubicado el escritor y combatiente en los marcos histórico y político que lo definirían, la investigadora maneja su guía con claridad y sencillez.

Alba Calderón de Gil es parte del estudio que hace sin dejar en plano secundario la ideología y las convicciones democráticas que dieron energía y vida al trabajo diario del escritor.

Acosados los lectores por estudios tediosos de los grandes temas culturales del país, este libro destaca más en su claridad, sencillez y lozanía. Para que lo entienda el lector joven, el profesor honesto. Y el escritor amante de las tradiciones superiores que hacen respetable la historia literaria de un país.

El Dr. Carlos Alvarado Gómez, en líneas de prólogo, así lo advierte. Y subraya que uno de los principales méritos de esta publicación es el carácter didáctico de sus páginas.

También recuerda el sobresaliente rol de Gil Gilbert al combatir el fascismo. Y el acierto de percibir esa fuerza totalitaria y degradante cuando el Ecuador sufriera la agresión de 1941, algo que está por olvidarse con el paso de unas pocas décadas.

En la poesía de nuestro autor la selección salva páginas casi inéditas como La canción del cuatrero y el tigre o El general  Montero y Barranco Alto.

Conviene tener presente la sintética observación que en el enfoque total de la obra del escritor, hace la licenciada Valarezo Jaramillo: “Gil Gilbert se proponía un cambio radical en nuestra escritura, la recuperación del habla popular, la reivindicación de ese lenguaje de la Costa y su diferencia con el de la Sierra, todo lo cual pone de manifiesto el realismo social de nuestros campos”.

En cuanto a las responsabilidades del comportamiento femenino revolucionario –caso Alba Calderón de Gil, artista también–, este libro evoca a Martí y a Lenin cuando dijeron, respectivamente:

–Las campañas de los pueblos son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer.

–El problema de la mujer en el concepto marxista-leninista, es parte inalienable del problema social general. Su solución está indisolublemente ligada a las transformaciones revolucionarias de la sociedad.