Hace pocos días, una imperceptible nota de prensa informaba sobre un operativo realizado por organizaciones ecologistas y miembros de Green Peace, para detener a dos cargamentos de madera explotada ilegalmente. Los ecologistas debieron dejar en libertad a los ilegales ante la indiferencia de la policía y de la autoridad forestal local.

El país vive más de dos años al margen de todo control forestal. Una complicidad entre intermediarios y empresas madereras consiguió, primero, echar abajo el control que realizaba la SGS, paso previo para que “Vigilancia Verde” quedara atado de manos frente al delito.

¿Qué es (o era) ‘Vigilancia Verde’? Una alianza inédita entre Estado y organizaciones civiles para establecer un control de movilización de madera en las vías utilizadas regularmente por los ilegales, control que a su vez se apoyaba en la acción de la SGS en el sitio de la explotación, que establecía la veracidad de las guías de movilización. Se habló, entonces, en varios países vecinos, de un modelo de control forestal único, en un país devastado por el comercio sucio de la madera.

Han pasado los años, poco a poco la indiferencia nos ha devuelto a los tiempos de la impunidad, ‘Vigilancia verde’ se quedó sin los fondos que aportaba Petroecuador y el Ministerio del Ambiente ha procedido con total indiferencia ante la necesidad de volverlos a solicitar. La SGS ganó el juicio para que se le restituya su participación en el proceso, pero no hay la menor voluntad del Ministerio de apurar los pasos para renegociar un contrato.

Más aún, haciendo tabla rasa del proyecto de ‘Vigilancia Verde’, el Ministerio pretende volver a los tiempos oscuros del control estatal que se sustituyó por la participación de la sociedad civil.

El caso de los permisos de movilización es emblemático de la notable imaginación de los estafadores. Existen bosques en Esmeraldas que aparentemente deben tener tres y cuatro pisos, porque de acuerdo al historial de los permisos de movilización ya han sido explotados hasta la saciedad tres y cuatro veces. Hay cargamentos de madera que, según las guías de movilización, corresponderían a bosques localizados en medio del océano Pacífico.

El contrabando de madera es el secreto mejor guardado. Las empresas ponen el grito en el cielo cuando se las acusa de devastar los bosques y mantienen auténticos jardines reforestados en la mitad de la montaña, mientras compran madera a los intermediarios a quienes protegen perfectamente bien.

Todo es un atado de complicidades, contados el Ministerio de Ambiente, la Policía, uno que otro diputado con aserraderos en la Amazonia, las madereras. Y a ellos se suman las comunidades campesinas atenazadas por la pobreza.

En materia forestal, todo ocurre a la sombra. Si no, podríamos preguntarnos qué pasa con las plantaciones de eucaliptos en Esmeraldas, una especie forestal que asfixia a la tierra y que se está sembrando en las narices de las autoridades. Naturalmente todos niegan que esas plantaciones existan. Así que ya me dispongo a esperar  algunas “cartas al Director” acusándome de mentiroso. Y como no existe transparencia informativa en el Estado (y peor sobre los intereses de los diputados), desde ya “me doy por muerto”.