Hay semanas que corremos estrechamente ligados a la coyuntura nacional, pero cuando los debates (como en el caso de la Ley Financiera) toman rumbos absurdos (un intento de superar los sistemas soviéticos de repartición estatal del crédito) es mejor alejarse en perpendicular para mirar otros temas fundamentales para el futuro del país (y que por ser fundamentales los descartamos olímpicamente)… el tema financiero es ciertamente clave pero enfocado de otra manera, y en eso la ley presentada (mientras no sea aprobada) es extremadamente útil porque obliga a pensar y discutir: el propio sistema financiero debe promover un debate serio sobre sus debilidades (muy ciertas y cómo deben ser corregidas) y fortalezas (indiscutibles y a ser protegidas) y no quedarse solo en el plano de la crítica. Todos, incluyendo la banca, deben poner su grano de arena.

Todas las economías producen (casi) lo mismo: hay taxistas, cocineros, productores de ropa, de software, autos, maestros, etcétera… La diferencia entre los países ricos y los pobres es que los primeros presentan tres ventajas: por un lado una mayor proporción de bienes de mayor valor agregado por trabajador (de mayor productividad), por otro lado la mayor parte de actividades se llevan adelante con un mayor nivel de eficiencia, y finalmente son economías un poco más homogéneas (las diferencias de productividad entre actividades son menos marcadas, lo que permite menos inequidad social y mayor capacidad de integración entre sectores y en el interior de los distintos sectores).

Hemos mencionado, pues, varias veces la palabra “más productividad” que quiere decir producir más riqueza en cada hora de trabajo, o utilizar de mejor manera los factores de producción. Y eso se logra de tres maneras: produciendo más de lo mismo, produciendo con mayor eficiencia o produciendo bienes (servicios) más atractivos para el consumidor (mercados con precios altos o con volúmenes muy grandes). Lo esencial es  en gran media los dos últimos aspectos: eficiencia y una mejor especialización en bienes (servicios) más atractivos. Lo primero es evidente que no lo tenemos, basta ver las enormes ineficiencias en sectores tan importantes como  la electricidad o el petróleo. Y lo segundo pasa por una visión de orientación hacia mercados clave: turismo, industrialización de bienes primarios, mayor contenido tecnológico etc…

Para alcanzar esto se necesita trabajar (colectivamente) en algunos aspectos que hemos descuidado en el país. Un sistema educativo de mejor calidad que sustente una base de mayor productividad y de mejor desarrollo humano. Desarrollo tecnológico y de innovación. Mayor inversión privada. Desarrollo de “clusters”, es decir de sinergias amplias en los sectores más dinámicos (por ejemplo, en las flores, no solo exportar la flor como producto básico sino además tecnología de manejo del sector, nuevas ideas, nuevas semillas). Homogeneizar la economía, es decir apoyar la mejora de productividad de los sectores de más bajo dinamismo como la agricultura rural de subsistencia (donde debe haber capacitación, apoyo tecnológico y diversificación de la producción hacia mayor valor agregado)… y, claro, esquemas de financiamiento que apoyen este desarrollo (volvemos a la coyuntura).