WASHINGTON D.C.– Días atrás, en la Cumbre 2005 de la ONU, los líderes de todo el mundo se reunieron para discutir cómo llevar a cabo el plan de Jeffery Sachs, quien cree que la solución a la pobreza es duplicar la ayuda externa. Lamentablemente, como lo dijo Peter Bauer, la pobreza es un problema mucho más complejo y si esta fuese solucionada así, la humanidad seguiría en la edad de piedra. Pues, indicaba él, a las naciones desarrolladas de hoy nadie les dio subsidios financieros.

Si no es la falta de dinero, es la falta de recursos naturales, y si no se culpa a la falta de estos, el culpable resulta ser el clima y/o la ubicación geográfica. Pero la experiencia reciente de varios países expone la verdad: la pobreza no es un círculo vicioso y no depende de ninguno de los factores antes enumerados.

Hong Kong, una isla de rocas estériles sin petróleo ni otros recursos vitales y anteriormente una colonia inglesa, emergió de la pobreza en menos de tres décadas y lo hizo sin seguir las recomendaciones tradicionales de los tecnócratas internacionales. Sostuvo la libre circulación de capitales entrando y saliendo del país, adoptó sin reparaciones el libre comercio en ambas direcciones, mantuvo un presupuesto balanceado, no dio incentivos ni puso trabas a los inversionistas extranjeros y tuvo un Estado limitado en sus funciones y poderes.

Muchas veces escuchamos que la liberalización es algo malo y muchas de esas veces Latinoamérica es el ejemplo predilecto. Se dice que mientras  Latinoamérica abrió sus economías durante los ochenta y los noventa, la desigualdad en la región llegó a ser la más marcada en el mundo. Sin embargo, casi nunca se dice que durante este periodo los indicadores de la calidad de vida en la región han mejorado al mismo tiempo que aumentó su grado de libertad económica.

Además, una simple vista al Índice de Desarrollo Humano (HDI) de la ONU revela cómo las políticas públicas apropiadas, como aquellas adoptadas por los “tigres”, conducen al progreso. Habiendo partido de puntos similares en los setenta, los “tigres” hoy están convergiendo su calidad de vida de acuerdo al HDI a un paso mucho más acelerado que Latinoamérica y esta, a su vez, ha dejado atrás a África subsahariana, la región más aislada de la economía global. A los “tigres” hoy les falta menos de la mitad de lo que le falta a Latinoamérica para alcanzar la calidad de vida de los países desarrollados.

Latinoamérica y  África subsahariana nunca atacaron la raíz de sus problemas. Décadas y recursos perdidos en proyectos de vanidad política y en individuos con ambiciones desmedidas de poder nunca podrán ser recuperados. Los recursos naturales que tenemos o no, la ubicación geográfica y el clima que nos tocó tener, y la historia de una colonización brutal son cuestiones que no podemos cambiar y a las cuales no podemos seguir culpando por la pobreza de hoy.

Tal vez ha llegado la hora de que aceptemos que la solución a la pobreza está dentro del potencial humano de cada individuo y de las políticas públicas que permiten que cada individuo realice su potencial.

*Editora en el Instituto Cato