Entre los cinco propósitos que constan en el Proyecto de Política Nacional de Ciencia y Tecnología, el segundo dice: “Uso de la investigación como herramienta para el desarrollo de recursos humanos en Ciencia y Tecnología; la formación de investigadores a nivel de doctorado y maestría, así como el entrenamiento de jóvenes investigadores”.

“Fomento de la cooperación con entidades tanto nacionales como internacionales, estimulando así la movilidad de extranjeros y la repatriación del talento científico nacional”.

Que es indispensable formar científicos, técnicos e investigadores, es indiscutible. En los antecedentes del proyecto se menciona que, entre 1996 y el 2001 y gracias a un fondo conformado por 25 millones de dólares de un préstamo del Banco Internacional de Desarrollo y 5 millones de la contraparte ecuatoriana, Fundacyt otorgó 210 becas para que los interesados realicen cursos de maestría y doctorados (PhD) y que, desde el 2002 hasta el presente año, a pesar de los escasos fondos de la institución, 23 candidatos participaron en el exterior en cursos de maestría y 7 en doctorados; y en universidades nacionales 23 concursaron maestría.

¿Estas cifras cubren las necesidades del país? Existe algún estudio sobre cuáles son esas necesidades.

Más todavía, ¿se conoce cuántos de aquellos becarios, especialmente los graduados en el exterior, a su regreso, consiguieron trabajo y con remuneración apropiada o tuvieron que emigrar? Se conoce que eso ha sucedido. Varios que volvieron al Ecuador con conocimientos, experiencias y sobre todo grandes ilusiones, se encontraron con una realidad desesperante que les obligó a regresar al exterior. Su costosa formación no pudo ser aprovechada por el Ecuador.

De los que se quedaron aquí, cuántos están trabajando en universidades o instituciones semejantes en el propio campo de su especialización y cuántos tuvieron que resignarse a un trabajo muy diverso con poca satisfactoria remuneración.

Para no desperdiciar recursos económicos y humanos es necesario comenzar por lo primero. Decidir, dentro de una política a mediano y largo plazo, cuáles son las grandes prioridades de desarrollo económico del país en las cuales debería estar la ciencia y tecnología para colaborar, en su ámbito de acción, para tales fines. Entonces se sabrá cuáles son las necesidades de recursos humanos, presentes y futuros, en qué número y en qué capacidades.