Hasta donde se ha podido apreciar, las opiniones vertidas en público han sido mayoritariamente desfavorables al proyecto de marras. No podría ser de otra manera, puesto que en el fondo lo que se discute no es solo qué ocurrirá con los depósitos bancarios, sino qué clase de sociedad queremos.

Si aceptamos que un reducido comité de funcionarios pueda ordenar que los depósitos de los ahorristas y cuentacorrentistas se le presten obligatoriamente a tal o cual sector productivo, lo que habremos creado será una especie de dictadura que tendrá en sus manos el poder de favorecer o destruir a cualquier sector económico.

Le bastará con obligarlo a fijar ciertos precios, aceptar una determinada tasa de rentabilidad máxima, o imponerle ciertas inversiones.

Publicidad

Ojalá que este debate tan importante continúe, y que se esgriman argumentos y razones, como corresponde en una democracia, evitando los insultos y las amenazas, tan frecuentes cuando una minoría pretende imponer su voluntad.