Sus pasos eran cortos y su rostro reflejaba el esfuerzo que debía hacer para cargar la “shanga”, una de las principales ofrendas a la Virgen de la Merced en sus fiestas.

Édison Gordillo no flaqueó en su propósito de manifestar su devoción a la Virgen.

Cargó en su espalda la ofrenda, compuesta, a manera de altar, por un cerdo sacrificado, conejos, cuyes, botellas de licor y cajetillas de cigarrillos.

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Esa fue una de las demostraciones de fe de los latancungueños, durante el fin de semana pasado, en la celebración centenaria que dio origen a la famosa Mama Negra (fiestas en honor a la Virgen de La Merced). En los festejos participan tres hombres vestidos de Mama negra. A diferencia de las celebraciones de noviembre, no llevan la cara pintada de negro, sino máscaras que representan a mujeres alegres.

Inés Toscano, ama de casa,  explica que las celebraciones a la Virgen son antes de las de la Mama Negra, y que de allí surgieron las afamadas fiestas de noviembre.

Al igual que en noviembre, las mamas negras también llevan consigo a sus “hijas” (unas muñecas que llevan el nombre de “Manuelita Baltasara”) a los festejos de La Merced. 

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La celebración empezó el pasado viernes. Como siempre los priostes son los comerciantes de las plazas de mercados de La Merced y El Salto, que  agradecen a la Virgen los favores recibidos.

En los cuatro días de fiesta, los comerciantes se turnaron para organizar desfiles, misas y bailes.  Los priostes costean la confección de los disfraces y el arreglo de las ofrendas. Mario Lema, expendedor de frutas, dijo que gastó $ 1.000 en el vestuario de la comparsa.