En cursos sobre prevención y mitigación de desastres, ponen de ejemplo a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias de los Estados Unidos (FEMA, siglas en inglés), ícono sobre organización, a la que deberíamos referirnos el resto de los países.

Mientras la FEMA era probada todos los veranos en el Hemisferio Norte con sus huracanes, en Latinoamérica casi todos los desastres han producido consecuencias lamentables, por no estar preparados para enfrentarlos. Entonces, ¿qué falló en Nueva Orleans? ¿Cómo es posible que una ciudad esté a dos metros debajo del nivel de los cuerpos de agua que la circundan?

Vemos que la peligrosidad donde se asientan las ciudades en el mundo no es exclusiva de Latinoamérica; también sucede en países desarrollados. Lo cuestionable es que conociendo esa vulnerabilidad, las autoridades fueran permisivas con quienes decidieron quedarse en sus casas hasta que “pase el huracán”, al punto de que familias se ahogaron. El 31 de enero del 2006 se cumplirán 100 años de nuestro gran terremoto de Esmeraldas; por muchos años fue el cuarto más poderoso del mundo, pero quedó desplazado al quinto lugar, por el terremoto de Indonesia de diciembre del 2004. Si un evento similar se repitiera, la estela trágica que dejaría, si no estamos preparados será imborrable.

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Rommel Yela Acosta
Guayaquil