Me dirigí al aeropuerto para recoger a un familiar. Llegó un vehículo y se estacionó en el sitio designado para los discapacitados; con asombro vi que se bajaron el conductor, de unos 20 años,  su acompañante –algo menor– y luego dos personas más. Vi que todos estaban en perfectas condiciones. Creí que saldrían del parqueadero, pero no, la intención era quedarse.

Me acerqué  y les manifesté que habían cometido un error, que ese parqueo era solo para  la gente con discapacidad. De forma insolente me contestaron que “no importaba porque no se iban a demorar”. Me dirigí donde el guardia que se encontraba más adelante y antes de que yo le hablara  me indicó: “Aquí no puede estar, mueva su carro”. Le expliqué lo sucedido para que haga respetar las leyes. El custodio les señaló que salieran. Pensé que todo estaba resuelto.

Como  me encontraba en un lugar prohibido, moví mi automotor y di la vuelta para esperar a mi familiar, y con sorpresa pude observar que el mismo celador se acercaba a esas personas y les decía: “Ya se fue, déjenlo allí”. Cuando le reclamé por su actitud me dijo que sí podían parquearse ahí porque no había ningún “cono” y que el letrero “no importaba”. Se atrevió a mirar dentro de mi carro y me preguntó por qué me quejaba si yo no tenía  algún impedimento físico.

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Yo no necesitaba el parqueadero. Lo que pasó es que me pareció inaudito que el mismo guardia –quien apura a los vehículos que dejan y recogen pasajeros– permita que se cometa una falta mayor. ¿Por qué son tan mal llevados los ecuatorianos? Si se citara con valores altos o si la grúa se llevara los carros que no deben estacionarse en esa zona, la gente lo pensaría antes de hacerlo.

¡Por favor!, preparen a los guardias porque su ignorancia, en ciertos casos, los lleva a cometer estas y muchas faltas.

Patricia Mora de Rada
Guayaquil