¿No hay políticas de Estado en Ecuador? Por supuesto, ni siquiera políticas de Gobierno, sino más bien iniciativas de ministros. (Muchos de los cuales incluso no alcanzan el modesto nivel de las iniciativas). En esas condiciones precarias, ¿es sensato querer dar el salto de la nada al todo? ¿Pretender que vamos a construir consensos mágicos para elaborar visiones estratégicas de largo plazo? ¿No será más sensato ponernos de acuerdo sobre ciertas acciones básicas más simples? Bueno, hasta eso es difícil. El mejor ejemplo es el del petróleo. Parecía que el principio bíblico (y que por bíblico debía tener un peso específico mayor) de las “vacas gordas y las vacas flacas” era sensato y aceptado por todos, pero ni eso hemos aplicado en los últimos años y lo hemos castrado aún más con la eliminación del Feirep.

Tomemos la educación cuyo borrador número 22 de la nueva ley está en circulación y que aparentemente irá a debate en las próximas semanas. Ley muy mala, un mal remiendo de la ya existente. ¿No será mejor aceptar lo aparentemente aceptable y solo agregar 4 o 5 cambios a la actual? ¿No estamos todos de acuerdo en que debe haber maestros en todas las escuelas y que el dinero debe estar ahí disponible para atender al número de alumnos que se presenten o puedan presentarse? Entonces cambiemos la manera como se entrega el dinero: no partidas para maestros sino para escuelas. ¿Creemos que debe haber una evaluación cada 4 o 5 años de los niveles más básicos del aprendizaje (saber sumar o leer cuando corresponde)? Entonces hagamos pruebas nacionales en quinto grado y sexto curso, no para castigar sino para orientar. ¿Creemos en un mínimo de descentralización?

¿Podemos dejar de lado ideas tan peligrosas y obsoletas como la actualmente en discusión sobre la repartición del crédito bancario vía ley? ¿Por qué no vamos paso por paso identificando los males del sistema financiero? Exceso de regulación. Falta de información. Ineficiencia de los bancos. Poca competencia efectiva. Ausencia de banca internacional. Alto riesgo (¡qué más riesgo que ley como la presentada!). Depósitos de corto plazo. Poca capacidad legal para cobrar deudas. Márgenes excesivos. ¿Otros? Y vamos concretamente tras esos problemas. Pero no caigamos en la trampa que se nos ha tendido. Cuanto más intervienen el Estado y la política en la economía (y la ley propuesta es un enorme salto en esa dirección) lo único que se logra es aumentar los espacios para que los grupos de poder (muy diversos) se sientan a sus anchas captando ventajas y prebendas. Pero de eso nos quejamos todos los días… ¿Y queremos más de lo mismo?

La misma actitud debemos tener en otros temas clave que (¿algún día?) debemos enfrentar. La seguridad social, el petróleo o la electricidad. Hagamos lo que sensatamente se hace en la vida diaria. Tener opciones y que la gente tenga un mínimo de libertad para escoger con quién maneja sus servicios y necesidades. Partamos de ideas y acciones básicas, luego vamos a las grandes visiones.