Al suave compás de la melodía, mientras dirige a dos alumnos, Loipa Araújo, “joya” del ballet a quien Cuba celebra sus 50 años de trayectoria, cierra los ojos y deja volar al alma, como cuando se paseaba por los escenarios mundiales.

“Suave, con delicadeza, siéntelo; sino será un pasacalle. No cierres por rutina.
Soy yo la que cerré mis alas para ser el ave”, dice a Viengsay Valdés, destacada bailarina profesional de 28 años, a quien Araújo muestra cómo interiorizar su personaje en el segundo acto de El lago de los cisnes.

Sus manos, exquisitamente femeninas aún en una mujer de 64 años, le enseñan a Viengsay cómo volar. En una sala de la vieja casona que alberga en La Habana al Ballet Nacional de Cuba, Loipa Araújo instruye cada día a sus alumnos en el difícil arte de alcanzar la perfección.

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“Hay algo que me molesta. Yo quisiera verte en esta pose. Deja que ella se acomode. No heroico, sino como si la llamaras. Más apasionado, más fuerza. No me cortes tanto el gesto: sé generoso”, le dice a Joel Carreño, de 25 años, quien intenta descifrar a su maestra mientras ensaya con Viengsay.

La magia del ballet llenó la estancia, pero pocas horas después del pasado viernes llegó a su máxima expresión en el Gran Teatro de La Habana, en una velada en la que Loipa Araújo fue homenajeada por sus 50 años de carrera.

“Me siento muy emocionada, feliz porque uno ve que el trabajo realizado fue acompañado de muchos amigos, no solo en la danza, sino también músicos, escritores a lo largo de estos 50 años”, dice Araújo, en una pausa del ensayo, mientras agita el abanico para amortiguar el calor de estos días de verano en la isla.

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Bajo el título Loipa Araújo: el desafío a la danza, fue también  inaugurada una exposición –fotografías, vestuario y distinciones– en la Casa Guayasamín del centro histórico de La Habana, como parte de los homenajes a la artista.

Definida por el célebre crítico inglés Arnold Haskell en 1967 como una de las cuatro “joyas” del ballet cubano, junto con Josefina Méndez, Aurora Bosh y Mirta Pla –fallecida en el 2003–, Araújo es, en su doble condición de bailarina y maestra, una de las más relevantes personalidades de la cultura cubana.

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Su carrera la inició en 1955 al ingresar en el elenco del Ballet Nacional de Cuba, que fundó y dirige la leyenda Alicia Alonso. De 1967 a 1997, ostentó el rango de primera  bailarina, con el que actuó en los más importantes teatros de América, Europa y Asia.

Por su relevante labor artística ha sido acreedora de galardones nacionales e internacionales. Pero el mejor premio de todos lo recibe cada día: “Poder compartir, transmitir todas las enseñanzas que me dieron a mí a lo largo de estos 50 años, contribuir a la formación y el desarrollo de las nuevas generaciones dentro del  Ballet Nacional de Cuba es mi mayor satisfacción”, afirma.

“Es hermoso pensar que el trabajo que se hizo desde nuestros inicios ha fructificado en esta maravillosa obra que es el Ballet Nacional de Cuba y la  Escuela Nacional de Ballet”, asegura.

Exigente, y mucho. Pero no por ello la abandona la dulzura. “Sus directrices las llevo aquí, en la mente, como una forma de ataque para retarme  a hacer mejor un paso”, dice Viengsay, mientras se seca el sudor tras una intensa clase con una mujer que lleva 50 años buscando la perfección.

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