El cineasta, de 64 años, ha filmado cerca de una veintena de películas, la mayoría documentales. Entre ellos destaca Allende.

Hace un año, en el festival de cine de San Sebastián, España,  el desconcierto todavía lo consumía. Era difícil aceptar que en Europa lo consideraran uno de los documentalistas más importantes de todos los tiempos y en su natal Chile ninguno de sus documentales (que en su mayoría tratan  sobre la dictadura) haya sido presentado masivamente en las salas de cine o por televisión.
  
Hoy, aunque se encuentra cansado de los viajes y entrevistas, comenta con emoción que “la gente empieza a aceptar la memoria histórica”. Esta frase es  consecuencia de que en Chile  su último documental, Allende (2004), fue exhibido en 10 salas comerciales de cine. Más de 20.000 personas asistieron a las primeras presentaciones. Además, su equipo de producción aspira a que la cifra de asistencia supere las 500.000 personas.

Pregunta: ¿Por qué cree que cambió la actitud en Chile respecto a su obra?
Respuesta: Hay un clima de recuperación del equilibrio. Se hizo una lista de aproximadamente 30.000 torturados por la dictadura. Augusto Pinochet fue acusado de hurtar  100 millones de dólares, su esposa y su hijo estuvieron en la cárcel. Durante 23 años la derecha mantuvo una actitud de arrogancia, pero hoy se duda de la figura del “gran capitán general”. La gente tiene menos miedo, de a poco se recompone la sociedad civil y están abiertos a otras miradas. 

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P: ¿Cuál es el valor de esas miradas?
R: Una mirada sincera siempre tiene fuerza. Los documentalistas somos independientes, generalmente no nos debemos a nadie.  Mi película La batalla de Chile (1973-1979), por ejemplo, no fue un encargo de la Unidad Popular, la hice porque creí que era necesaria.  

P: ¿Ese puede ser uno de los factores para que el documental tenga más trascendencia en los últimos años?
R: Hay una fatiga del público hacia la telebasura y  guiones repetitivos de la ficción. El documental ha escapado de aquello, hay formulaciones más interesantes.  

P: ¿Qué opina del proyecto Telesur?
R: Es muy interesante. Es necesaria una televisión diferente que compita con canales convencionales, ya que en Latinoamérica hay poco para poder elegir. 
 
P:  Pero existen algunas críticas sobre las tendencias políticas del canal.
R: No existe un medio que no sea tendencioso. Me parece saludable que exista un canal nacionalista de izquierda, en medio de muchos medios identificados con la derecha.

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P: ¿Su compromiso político puede seguir siendo válido hoy?
R: Sigo pensando igual que hace 30 años. No he variado en mis propuestas. Creo que  he realizado  una sola película en mi vida con distintos nombres.

P: ¿Cómo ha tomado la crítica chilena su última producción?
R: Son muy elogiosos. El Mercurio durante dos días domingos publicó tres críticas, todas son positivas. Y una entrevista de cuatro páginas. Sorprendente, porque creo que es un periódico reaccionario, que ayudó a sostener a Pinochet, que formó una realidad diferente. En medio de todo esto hay mucha hipocresía.

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P: ¿Por qué?
R: Elogian mucho la forma, pero dicen que no tiene nada nuevo y  no es verdad. El filme revela, por primera vez, una confesión del embajador de Estados Unidos sobre que Richard Nixon financiaba el hundimiento de la economía chilena para derrocar a Salvador Allende.   
  
Con la fuerza de sus palabras, salió del lobby del hotel y  se dirigió al taller organizado por la fundación Cinememoria, donde explicó su visión sobre estilos y formatos de producción, así como las principales tendencias contemporáneas del documental.

Guzmán, con el apoyo de jóvenes empresarios chilenos, por fin pudo distribuir uno de sus filmes en Chile. Quiere que esta experiencia marque el inicio del nuevo documental que prepara sobre su país.  

Notas

Como álbum
El cineasta Patricio Guzmán considera que un país sin género documental es como una familia sin álbum de fotos. Este director, junto con nombres como los de Michael Moore, han dado popularidad al género documental. Una prueba de ello es su última cinta.