Los administradores del Santa Rita huyeron de Katrina, abandonando a 34 personas de edad avanzada que pelearon por vivir con la poca fuerza que les restaba, a medida que la luz se apagaba y el agua subía.

Odio pasar tiempo en hospitales y asilos. Considero que son algunos de los lugares más deprimentes sobre la Tierra. Quizás es por esa razón que las historias de los enfermos y ancianos que murieron, 45 en un hospital de Nueva Orleans y 34 en el asilo de Santa Rita, en la devastada parroquia de St. Bernard, en las afueras de Nueva Orleans, me persiguen tan obsesivamente.

Ya eres vulnerable y estás solo cuando, repentinamente, eres asediado por la naturaleza y traicionado por tu gobierno.

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Los administradores del Santa Rita huyeron de Katrina, abandonando a 34 personas de edad avanzada que pelearon por vivir con la poca fuerza que les restaba, a medida que la luz se apagaba y el agua subía por encima de sus piernas, de sus hombros, de sus bocas. Según escribió Gardiner Harris en el New York Times, las fallidas defensas incluyeron una mesa clavada contra una ventana y un sillón colocado contra una puerta.

Varias sillas de ruedas fueron reunidas cerca de la entrada principal, quizás por pacientes que soñaban con ser evacuados. Sus cuerpos ahogados fueron hallados hinchados e irreconocibles una semana más tarde, según informó Harris, “cubiertos sobre una silla de ruedas, envueltos en una cortina de baño, tendidos en el suelo en varias pulgadas de lodo”.

El presidente Bush persistió en su esfuerzo por darle una interpretación diferente a su propia falta de acción, pero ahora es él quien se está ahogando, incapaz de rescatarse a sí mismo, dándoles palmaditas a niñitos negros en la cabeza mientras lo fotografían y llevando a cabo intentos por dar la impresión de que está comprometido. Puede seguir regresando a ese lugar, pero eso nunca compensará su trágica desatención cuando tantas vidas pudieron haberse salvado.

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El Presidente hizo el máximo sacrificio y admitió que su Administración se había equivocado, algo que se negó a hacer durante todas sus otras meteduras de pata, desde las inexistentes armas de destrucción masiva (en Iraq), la tortura en la prisión de Abu Ghraib y Guantánamo, hasta los cálculos errados con respecto a la ocupación de Iraq y la insurgencia, lo cual reclamará en poco tiempo las vidas de 2.000 jóvenes estadounidenses.

¿Qué otros lugares estarán hechos añicos para cuando el equipo del presidente George W. Bush abandone la presidencia?

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Dado que el equipo de Bush ha lidiado con ambas crisis –la de Iraq y la de Katrina– con la misma mezcla letal de arrogancia e incompetencia, aunado a una negativa para enfrentar la realidad, resulta aterrador pensar en cómo manejará el acto de gobierno más exigente relacionado con la inversión interna desde el New Deal.

Aun cuando sabemos que a Bush le gusta permanecer dentro de su burbuja, donde puede aferrar su almohadón de plumas, las historias de esta semana con respecto a los enormes esfuerzos que el personal de la Casa Blanca tuvo que llevar a cabo para capturar la atención del Nada Curioso George resultan sobrecogedoras.

La revista Newsweek informó que la realidad del huracán Katrina no fue registrada por el presidente estadounidense sino varios días después del rompimiento de los diques, lo que convirtió a Nueva Orleans en una tumba.
Prácticamente se necesitó de la intervención de sus principales subalternos para lograr que W. Bush viera las noticias del peor desastre natural en un siglo. Dan Bartlett hizo un DVD de transmisiones noticiosas sobre el huracán para mostrárselo al Presidente por la mañana del viernes pasado, mientras volaba hacia la Costa del Golfo.

A los subalternos les daba miedo decirle al aislado Presidente que debería acortar sus vacaciones un par de días, informó Newsweek, debido a que el mandatario estadounidense puede ser “frío y cortante en el plano íntimo”. Mike Allen escribió en la revista Time acerca de un “subalterno más bien joven” que estaba tan aterrado de tener que decirle a Bush que estaba equivocado, que se dirigió al baño más tarde y tuvo un “intenso ataque de náusea”.

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Bush ha dicho que prefiere recibir información directamente de su equipo de asesores y no que se la filtren a través de periódicos o transmisiones noticiosas.
Sin embargo, se hace rodear de personas débiles que no tienen el coraje de darle a conocer las noticias negativas, o de ideólogos con agendas que necesitan exagerar la realidad, o de ineptos compadres como Brownie.

El Presidente de Estados Unidos debería dejar de visitar obsesivamente la ciudad de Nueva Orleans en busca de ese momento de liderazgo. Es demasiado tarde.

The New York Times
News Service