El extraordinario historiador Arnold Toynbee expresó que “nada fracasa tanto como el éxito”.

Fue un éxito para el doctor Palacio que, cualesquiera que hayan sido las circunstancias, resultase ser Presidente del Ecuador. Aquello que fue un éxito le está resultando el camino hacia el fracaso político-administrativo-económico.

¿De qué progreso se puede comentar que haya ocurrido desde abril 20 del 2005, cuando cayó el gutierrismo, y lo reemplazó el doctor Palacio por ser entonces el Vice?

Tan de sorpresa le cayó el nuevo cargo –ahora se demuestra– que no ha tenido tiempo para aprender y repasar la lección, y que toda la entereza con que algunas veces juzgó al Coronel resultó retórica, muy subjetiva.

Se podía esperar. No había experiencia política. John Locke (1632-1704) tenía como lema expresar que “la experiencia es el fundamento del conocimiento”. Ambos, el Coronel y el Doctor, carentes de experiencia en política, quizás algo empíricos, asumieron el poder en el Ecuador, y ahora el país es la caricatura de lo que es el subdesarrollo para manejar la administración pública en función de primer personaje.

Ambos, en un naufragio anunciado, por no ahogarse, se agarraron a cualquier salvavidas que aparecía. El resultado lo dieron las olas que terminaron ahogando al Coronel y ahora amenazan al presidente Palacio.

En estos días las noticias arrecian con respecto a que el Presidente tiene un cúmulo de asesores. (En mi experiencia profesional he observado que si el asesorado no tiene bien definido el objetivo que persigue, la cantidad de asesores causa un trastorno mental que termina generando confusión, desvelos e incertidumbre administrativa, por mucho que el gobernante tenga sentido común).

Tengo la impresión de que el despacho presidencial es un recinto lleno de altavoces que aturden el pensamiento. Las decisiones entonces resultan sin meditación profunda, por percepciones desfiguradas y de consecuencias no meditadas. El maestro Yoritomo Tashi decía que “el sentido común se reduce a una percepción única: el amor por la rectitud y por la simplicidad”.

El cambio constante, inoportuno y amorfo de colaboradores está indicando que faltan principios de administración pública. Están perdidos en el bosque. El Presidente no está curtido en las trincheras de nuestra política doméstica. La certidumbre se encuentra mediante la duda, aconsejaba Descartes.

Por los frecuentes e irracionales cambios –porque no están dentro de la racionalidad administrativa– parecería, lo expresé antes, que el Presidente no tiene la energía para el “No”. Por ejemplo: hace pocos días designa al ex ministro Gándara jefe de ministros. ¿Qué es entonces el Presidente? A los pocos días lo renuncia y traslada al Ministro de Comercio Exterior a Ministro de Gobierno, y deja en el vacío la dirección del TLC en momentos sumamente críticos. Puede ser que el Presidente haya tenido la respuesta, pero la percepción –que es importante en administración pública– es que hay inconsistencia en la gestión. Caldo de cultivo para posteriores situaciones.

La sabiduría de manejar el éxito está en evitar el fracaso. El sentido común indica que no hay que dejarse llevar por el entusiasmo clínico que resulta de la novedad, sino que hay que vigilar, sin apasionamiento, que se mantengan sus resultados. De no ser así, la entropía lo oxida y lo envilece.