Cuando la vio entrar con su traje sastre blanco y zapatos negros en punta, Miguel Peraso  –uno de los jubilados que se reunió con la ministra de Economía, Magdalena Barreiro– asintió con la cabeza: “Ha sido verdad. Es guapona, alta, rubia, pero dura”.

Pero esa dureza se aplacó  cuando ella  dijo que sí sabe con cuántas papas se hace un locro (respondiendo a una jubilada que le hizo ese  reproche), y que no está en el cargo por casualidad: “Me he quemado las pestañas, he sacrificado a mi hijo que me decía por qué estudias tanto. Yo le respondía ‘para tener una  casa, un jardín y un perro’; y él me dice: Mamá no veo la casa, el jardín ni el perro y tampoco te veo a ti”. Terminó la frase con la voz quebrada y lloró.

Todos respetaron ese momento de debilidad. Ruth Domínguez luego  le indicó que la entendía porque ha vivido eso, pero “no me quejo. Esa es la responsabilidad de la mujer, como madre, esposa y ante todo, como ciudadana”.