En una casa de paredes de barro, asentada en una pequeña planicie rodeada de  áridos cerros, las menores Carmen e Inés Yupa Suntamay permanecen solas desde el amanecer al ocaso. Ellas comparten el frío, el hambre, la miseria y la soledad. Sus tres hermanos y su madre, Juana, se ocupan como jornaleros para, entre los cuatro, obtener $ 5 al día. Su padre, Segundo Agustín Yupa Tenemasa, es uno de los 26 ecuatorianos presos en Guatemala, acusado como coyote o tripulante de un barco que llevaba ilegales.

Carmen, quien a sus 10 años es responsable del cuidado de su hermana, de 7, y de la vivienda familiar durante el día, habla poco. Al referirle de la situación de su padre, apenas balbucea: “Avisaron que está preso... No se despidió ni vi cuándo fue, no sé si a mi mamá diría si va a volver o no”.

Segundo salió de su casa a escondidas de sus seis hijos, una madrugada, justo hace un mes. Con su pariente, Julio Muyulema, de 17 años, dejaron Tolatús, comunidad indígena de Chimborazo ubicada a 4.000 metros de altura. Por unos chaquiñanes (senderos) llegaron a Guasuntos, parroquia de Alausí, y tomaron un bus hacia la Costa. En la noche, ya abordaban un barco pesquero que emprendió una travesía hacia Guatemala, con 166 emigrantes ilegales.

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El 19 de agosto, cuando, por desperfectos, la nave estaba a la deriva, un buque de la Armada estadounidense rescató a los ilegales. Nueve personas, entre ellas Segundo y Julio, fueron señaladas como coyotes o tripulantes del barco y permanecen detenidas en el penal guatemalteco Granja Modelo Canadá, junto a otros 17 ecuatorianos sobre quienes pesan los mismos cargos.

Ahí terminó el sueño de cambiar su realidad de pobreza. En la zona, la sequía impide cultivar; en los pueblos cercanos, el salario diario es solo de $ 5, cuando alguien ocupa.

En la Granja Modelo Canadá hace tres semanas, Segundo manifestó: “No sabía a dónde iba a ir en Estados Unidos. Salí de Ecuador por las necesidades y la pobreza que se sufre en el campo y ahora me encierran sin saber ni por qué”.

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José Saquisillí, tío de Segundo y suegro de Julio, refiere que eso se da porque así es el destino. “Dijeron que en tres meses saldrán. No ve que son inocentes”, aclara. Carmen e Inés lloran. José solo agrega: “Esto es injusto”.

No solo lloran las niñas indígenas por su padre. También derraman sus lágrimas los esposos Gustavo Valverde y Sara López, de Macas, capital de la provincia oriental de Morona Santiago. El hijo de ambos, Mauricio, también está preso desde el 19 de junio en Guatemala, por los mismos motivos de Yupa y Muyulema.

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“Es un muchacho de 21 años, cómo va a creer que sea coyote o que maneje barcos. Él se fue porque el abuelo, residente en EE.UU. le quiso llevar”, afirma Sara, quien apoya a su esposo en el cuidado de una finca ganadera ajena.

Gustavo Valverde menciona que su hijo es inocente de los cargos. Incluso él reunió certificaciones de la iglesia y autoridades de Morona Santiago. Cuando quiso enviar estos papeles, en el Consulado de Ecuador en Guatemala le dijeron que “eso no servía allá y que mejor era esperar a que cumpla los tres meses”.

También transfirió un giro de $ 200 para un abogado, “que no hizo nada”. “Sería bueno que el Gobierno se preocupe por tanta gente inocente que está presa en otro país”, reclama Gustavo. Su esposa solicita que la Embajada ecuatoriana en Guatemala contrate un abogado. ”Que por favor, ayuden. La gente se va del país por la pobreza y la acusan de algo que no es”, manifiesta.

La familia de Manuel Moncayo, del sector Tesoro, cantón Sucúa, vive una situación similar. Él viajaba en el mismo barco que Mauricio Valverde y también permanece detenido. La esposa dio a luz días antes que él emigre y ahora está a cargo de cuatro hijos, sin dinero para mantenerlos.

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