Un cambio profundo en la conducta de gobernados y gobernantes requiere de una educación del ciudadano desde la niñez hasta la senectud.

Nos hemos acostumbrado a vivir “en la cresta de la ola”. O sea que los ecuatorianos somos los mejores surfistas del planeta. Para nuestra desgracia, no existe día en que no se declare, intensifique o generalice alguna huelga, un paro o algo así. Maestros, burócratas, ciudadanos comunes y un etcétera largo ejercitan el derecho al paro en circunstancias de lo más diferente.

Se intenta –y se logra, en la mayoría de los casos– obligar al patrono a corregir o enmendar injusticias del Estado o de la empresa privada contra sus servidores o sus usuarios de servicios. En nuestra opinión estos choques de violencia son propios de los países pertenecientes al subdesarrollo y consecuentemente a la miseria.

Uno de los puntos más altos en esta especie de surfismo es la circunstancia absurda a que ha llegado nuestra República: carecer del máximo organismo legal, la Corte Suprema de Justicia. Y pare de contar porque por una crisis igual pasan los órganos jurídicos que siguen a la Corte en importancia.

Tiene razón el presidente Alfredo Palacio cuando reitera la necesidad de refundar el Ecuador. Y tienen también razón los que aspiran a un cambio radical en la legislación del Estado y consecuentemente en casi todas sus instituciones importantes. Lo que no puede producirse de la noche a la mañana, y es mucho más difícil realizarlo en el corto espacio de un interinato.

¿No cree usted, apreciado lector, que buena parte de la culpa del actual “oleaje” que sufre el país y que nos mantiene en donde están más elevadas las aguas y la espuma se puede atribuir el manejo indebido de los bienes fiscales por nuestros gobernantes del pasado? Ellos no aprovecharon para invertir los dineros del Estado en forma correcta y superar airosamente los días de las vacas flacas.

Desde hace varios años venimos sosteniendo en esta columna que un cambio profundo en la conducta de gobernados y gobernantes requiere de una educación del ciudadano desde la niñez hasta la senectud. Solo quienes tienen devoción y respeto por su patria están capacitados para servirla con eficiencia. Si el gobernante es un incapaz, hará más males que bienes. Eso lo sabe bien Juan Pueblo cuando afirma que “más daño hace un bruto que un terremoto”. Tarea de gran tamaño en la refundación del país es la necesidad de poner en orden nuestras leyes que, a criterio de los juristas, se contradicen entre sí o tienen toda clase de falencias y arcaísmos que las vuelven inaplicables. Muchos gobernantes se apoyan en estos errores y contradicciones para justificar sus fallas y echar la culpa a la supuesta “ingobernabilidad del Ecuador”.