Con prescindencia de que el juicio político contra el ministro Mauricio Gándara –a quien le deseé éxitos en sus primeros días de gestión– demuestre alguna negligencia o falla en su accionar como tal, la simple alineación previa de las facciones políticas en el interior del Congreso Nacional hacen presumir que será censurado, como ha ocurrido la mayoría de las veces en las interpelaciones parlamentarias donde no importa la razón o el peso de los argumentos que se esgrimen sino el simple número de los votos que se cuenten contra el interpelado.

Aunque algunos nostálgicos interesados no entiendan –no lo van a entender nunca– la contribución a la gobernabilidad que genera el hecho de que la censura en los juicios políticos contra los ministros no cause necesariamente la destitución del funcionario, en el caso que comento, y dadas las circunstancias, el presidente Alfredo Palacio no podrá sostener a su muy importante ministro porque hacerlo sería abrir una clara confrontación con el Parlamento que podría haberse dado en cualquier otro momento, pues debe terminar algún día esa especie de omnipotencia del Congreso para hacer o deshacer lo que le viene en gana –como el galimatías jurídico en que nos tiene metidos por su irresponsabilidad al destituir a una y nombrar a otra Corte Suprema que volvió a destituir después– pero en las circunstancias actuales, con una debilidad política tan manifiesta, es imposible que el Presi dente se pare firme ante los congresistas y decida mantener al ministro Gándara a pesar y luego de la censura.

En un momento anterior, hace unos meses, era el Congreso quien andaba escondido y miraba de soslayo, cuando el grito era ¡que se vayan todos!, pero luego, poco a poco, ese mismo Congreso fue retomando la dirección de las cosas y el Presidente nominó representantes e integró ternas a gusto y satisfacción de los partidos, y el resultado es que ahora, nuevamente, como casi siempre, se torna difícil gobernar, con mayor razón si cada uno piensa en la próxima campaña electoral. Alfredo Palacio tenía, por la propia precariedad de su mandato, la gran oportunidad para gobernar sin ligámenes que crean dependencia con ningún grupo o facción, especialmente ahora que existe una veeduría ciudadana con participación en la opinión pública dispuesta a descalificar al Congreso si no actúa con transparencia, lo que algunos analistas internacionales califican como un hecho político inédito en América Latina que fortalece la democracia.

Si se va el ministro Gándara, como ocurrirá sin duda, sea por la censura o sea por su renuncia previa, el Gobierno pierde al principal impulsor de la reforma política, reforma que, junto con la reactivación productiva, deberían ser los dos únicos ejes que soporten al régimen, pues ni el tiempo ni las circunstancias le permiten más, aunque lamentablemente ambas cosas están enredadas por esa dualidad Presidencia-Conam en el primer caso, y porque no se ven planes ni recursos para lo segundo.

La censura del Ministro traerá cola.