Nuestros dirigentes actuales no son serios con respecto a ciertas funciones esenciales del Gobierno. Les gusta librar una guerra, pero no les gusta suministrar seguridad, rescatar a quienes lo necesitan o invertir en medidas preventivas.

Antes de los atentados del 11 de septiembre del 2001, la Oficina de Control de Emergencias Federales enumeró los tres desastres con mayores probabilidades de provocar una catástrofe en Estados Unidos: un ataque terrorista en Nueva York, un gran terremoto en San Francisco y el impacto de un huracán sobre Nueva Orleans.

“La probabilidad de una situación de huracán en Nueva Orleans”, escribió el diario The Houston Chronicle en diciembre del 2001, “pudiera ser la más letal de todas”. Describía una catástrofe potencial muy similar a la que tiene lugar actualmente.

¿Entonces, por qué estaban tan poco preparadas tanto Nueva Orleans como la nación? Después del 11 de septiembre, difíciles interrogantes fueron pospuestos en nombre de la unidad nacional, para después ser enterrados bajo una densa capa de paliativos. Esta vez, necesitamos una rendición de cuentas.

La primera pregunta: ¿Por qué ha tardado tanto en llegar la ayuda y la seguridad?
Era claro con mucha anticipación que Katrina podría ocasionar inmenso daño a lo largo de la Costa del Golfo. Sin embargo, la respuesta que se esperaría de un país avanzado nunca llegó. Miles de ciudadanos estadounidenses han muerto o morirán en los próximos días, no porque se negasen a evacuar el área, sino debido a que eran demasiado pobres o estaban demasiado enfermos para salir sin ayuda, y no se les suministró ayuda. Muchos aún esperan cualquier auxilio.

Hay muchos interrogantes con respecto a la respuesta de los gobiernos local y estatal. ¿Acaso no podrían haber hecho más para ayudar a que los pobres y los enfermos escapen del peligro? La evidencia apunta, por encima de todo, a una pasmosa falta de preparación y de eficiencia en la respuesta del Gobierno federal.

Ni siquiera se ordenó que los recursos militares entren en acción en el lugar correcto. “El miércoles –leí en un editorial publicado en The Sun Herald de Biloxi, Misisipí– reporteros que escuchaban la horrendas historias de muerte y supervivencia en el refugio de la Escuela Secundaria de Biloxi, miraron al norte, al otro lado del Camino Irish Hill, y vieron a personal de la Fuerza Aérea jugando basquetbol y practicando gimnasia. ¡Jugando basquetbol y practicando gimnasia!”.

Quizás algunos funcionarios del gobierno del presidente Bush creyeron que la Guardia Nacional de la localidad podría mantener el orden y proporcionar alivio. Sin embargo, muchos integrantes de la Guardia Nacional, así como buena parte de su equipo –incluidos los vehículos todo terreno– están en Iraq. “La Guardia Nacional necesita ese equipo de vuelta en casa para apoyar la misión de seguridad territorial”, declaró un oficial de la Guardia de Luisiana ante los periodistas hace varias semanas.

Segunda pregunta: “¿Por qué no se emprendieron acciones más preventivas? Después del 2003, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos desaceleró marcadamente las labores de control de inundaciones, incluidos trabajos en diques que se hundían. “El cuerpo”, dice uno de los artículos de Editor and Publisher, citando una serie de artículos que fueron publicados en el diario Times-Picayune de Nueva Orleans, “nunca trató de ocultar que las presiones sobre el presupuesto a causa de la guerra en Iraq –que se produjeron conjuntamente con reducciones fiscales del Gobierno federal– es lo que explica dicha presión”.

Tercera pregunta: ¿Destruyó el gobierno de Bush la efectividad de la FEMA (siglas en inglés de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias)? El presente Gobierno ha tratado a esa dependencia como a un indeseado hijastro, dando paso a un éxodo masivo de profesionales experimentados. El año pasado, James Lee Witt, quien ganó elogios de ambos partidos en Estados Unidos por su liderazgo sobre la FEMA durante los años de Bill Clinton, dijo en una audiencia del Congreso: “Me preocupa mucho que la capacidad de nuestra nación para prepararse y responder ante desastres haya sido erosionada considerablemente. Casi a diario oigo a administradores del área de emergencias, dirigentes locales y estatales, así como a los primeros que responden en dichos casos, diciendo que actualmente ya desapareció la FEMA que ellos conocieron y con la cual trabajaron bien”.

Yo no creo que estemos hablando de un mero cuento de incompetencia. La razón por la cual las Fuerzas Armadas no llegaron a toda prisa para brindar su ayuda a lo largo de la costa del Golfo es, creo, la misma razón por la que no se hizo nada por detener el saqueo tras la caída de Bagdad. El control de inundaciones fue ignorado por la misma razón que nuestras tropas en Iraq no recibieron blindaje apropiado.

Nuestros dirigentes actuales sencillamente no son serios con respecto a ciertas funciones esenciales del Gobierno. Les gusta librar una guerra, pero no les gusta suministrar seguridad, rescatar a quienes lo necesitan o invertir en medidas preventivas. Y ellos nunca, jamás, piden un sacrificio compartido.

El jueves de esta semana, Bush ofreció un fantástico alegato: que nadie anticipó la rotura de diques. Pero en realidad se habían producido varias advertencias precisamente con respecto a ese riesgo.

Así que Estados Unidos, en alguna época famoso por su actitud de “sí se puede”, ahora tiene un Gobierno de “no se puede” que da excusas en vez de hacer su trabajo. Y mientras ofrece esas excusas, ciudadanos estadounidenses mueren.

The New York Times
News Service.