Que los quicuyos, expertos en hallar mosquitas en la leche, no prolonguen más el sufrimiento de los beneficiarios, de aquellos que llamamos jubilados sin júbilo.

“Palabra es palabra”. El IESS se había comprometido a elevar las pensiones de los jubilados, que son posiblemente las más bajas del mundo. Y las ha aprobado bajo la presión de todos los sectores del país. Esta solución de un asunto de tanta envergadura se ha logrado con alguna rapidez, merced a la comprensión de que no había manera de esquivarla, de postergarla ni de ponerle oídos sordos.

Pese a que la palabra de los personeros del IESS estaba comprometida, según lo informaron a su tiempo los medios de comunicación colectiva, no faltaron voces en contra de esta justa acción. Ellas aducen que la misma no era posible por cuanto en enero de este año tuvo lugar un aumento de pensiones. Como si la letra pequeña de un presupuesto tiene mayor validez que el mantenimiento de una grave injusticia contra un sector humano de importancia. Se olvida que el jubilado adquiere su calidad tras dedicar lo mejor de sus facultades, existencia y capacidad creadora al servicio del país. Y retribuir con una decena de dólares tal esfuerzo es condenarlo a la miseria y el hambre.

Aún están frescos los recuerdos de la manera altiva y digna con que respondieron los jubilados a la negativa del Seguro a su petición de aumento anterior. Todos recordamos a los abuelos y abuelas tomándose los locales del IESS. Durmiendo en el piso de las oficinas, privándose de los medicamentos prescritos para sus enfermedades y crucificándose como nuevos Cristos, para que el Estado enmiende su política social y devuelva algo de lo mucho recibido de sus ciudadanos.

Pese a la oportuna acogida al actual reclamo de los jubilados, falta cumplir unos pocos requisitos que son más de forma que de fondo. El más de bulto es que el Ministerio de Economía no ha dicho aún que asume el pago del 40% del alza, ya que el 60% lo pone el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social.

Ojalá que no se repita en esta acción el refrán “Carrera de caballo y parada de borrico”. Que los quicuyos, expertos en hallar mosquitas en la leche, no prolonguen más el sufrimiento de los beneficiarios, de aquellos que llamamos jubilados sin júbilo. Para el futuro, sería conveniente recordar que en una confrontación entre las leyes y los intereses populares tiene prioridad el beneficio del pueblo, por encima de la letra chiquita de las leyes y los reglamentos.