Los poetas guayaquileños del Grupo Madrugada tuvimos en los años cuarenta y cincuenta un leal y constante compañero de ruta, el escritor Edmundo Pérez Oviedo. Su oficio era de telegrafista morse y su profesión de fe la escritura de versos y de crónicas volanderas que solían aparecer en la inolvidable Página Literaria de El Telégrafo, dirigida por el historiador y romancero Abel Romeo Castillo. En esa página aparecieron los trabajos iniciales del Grupo de Guayaquil: Enrique Gil Gilbert, Demetrio Aguilera Malta, Joaquín Gallegos Lara, José de la Cuadra y Alfredo Pareja. Ventana abierta para nuestra cultura, se sumaron por primera vez también al mundo de las letras todos los literatos de la generación del treinta.

En cuanto se radicó en esta ciudad, Edmundo Pérez hizo suyos los ideales que agitaban a la juventud de entonces: la paz universal, la abolición de las armas atómicas, la democracia integral y un etcétera largo. Edmundo Pérez estuvo en la primera fila de la insurgencia frente a la cultura oficial.

Hace un puñado de años, el poeta se radicó en Quito, donde ha permanecido varios lustros, escribiendo y publicando amenas crónicas en diarios y revistas. Esa alma grande que ha sido siempre Guillermo Bossano  lo acogió en el Ateneo Ecuatoriano, con la generosidad que le caracterizaba. Nadie puede explicarse cómo pudo desaparecer Bossano, víctima de un posible secuestro o de un asesinato que no admiten perdón ni olvido posibles. El incluir en la lista de los desaparecidos del Ecuador el nombre del lúcido jurista, historiador y maestro Guillermo Bossano constituye un testimonio del desamparo y la inseguridad que vive nuestro país.

Ahora, a la vuelta de tantos años, hemos sido alegrados con la aparición de un volumen de crónicas escritas por Edmundo Pérez Oviedo bajo el título de Automisión, crónicas del ser, vivir y participar. Lo hemos leído varias veces, viviendo nuevamente los episodios en que participamos, merced a nuestra amistad con el poeta. Distingo entre ellas las crónicas que tienen sabor de recuerdos imperecederos: Las viviñas del Boulevar, Reencuentro cordial (con el pintor Enrique Tábara), El Santo de mi cabecera (Juan Montalvo), Con un gran hombre de América (Rómulo Gallegos), Primer aniversario de la muerte del poeta Telmo N. Vaca del Pozo…

También merece relevarse que en la mayoría de las estampas se conserva la frescura de los recuerdos de hoy y constituyen testimonios válidos sobre los sueños y las batallas cotidianas del ser humano.

Acrecienta el valor sentimental del libro la circunstancia de que el prólogo fue escrito por el Dr. Guillermo Bossano en Quito en 1985. Han pasado 20 años desde el día en que escribió el ilustre presidente fundador del Ateneo Ecuatoriano una especie de bienvenida y augurio para el autor de esta obra: “Va para más allá de un cuarto de centuria que conozco, leo y dialogo con Edmundo Pérez Oviedo, que ha superado los sesenta años de andariego, travieso y luchador. Pero sobre todo de poeta e inconforme”. “Bienvenido este librito de crónicas que conjuga parte vital de las andanzas de Edmundo Pérez Oviedo, enorme luchador por las causas del hombre, de la cultura y de todas sus reivindicaciones”.