El filósofo Remi Brague en el diario Le Fígaro resume en una anécdota su enfoque de los 100 días del Pontificado de Benedicto XVI. Nos cuenta que el cardenal Ratzinger hizo el siguiente brindis: “Yo debería hacer un brindis a la religión y a la salud del Papa; pero comienzo por brindar a la conciencia y solamente después al Papa”. El filósofo Brague ofrece extractos del pensamiento del actual Papa: “El verdadero sentido del magisterio del Papa consiste en ser abogado de la memoria cristiana; no impone desde el exterior”.

Hay que brindar a la conciencia antes que al Papa, porque sin conciencia no habría Papado. Cuando brindamos, los ecuatorianos decimos “salud”. Es necesario brindar a la salud de la conciencia, porque la conciencia es frágil, puede enfermarse y actuar como el borracho, que se cree lúcido. El Papa señala que nuestra generación tiene la conciencia enferma: invocamos frecuentemente a la conciencia, para dejar actuar según un interés inmediato, según una comprensión frecuentemente superficial.

Puestos a elegir entre lo que permite la supervivencia de la comunidad y lo que nos lleva a su desaparición, en nuestra generación, nos estamos inclinando a escoger el camino de la muerte. Por eso el Papa nos invita a revertir la tendencia autodestructiva de la cultura de nuestro tiempo.

La conciencia es como el gusto que nos permite saborear. Solo el que come o bebe saborea y escoge; pero podemos y debemos educar nuestro paladar. Hay que obedecer a nuestra conciencia, aunque esté equivocada; pero debemos al mismo tiempo formar nuestra conciencia, afinarla, educarla con los ejemplos de servicio de lealtad, de solidaridad, de laboriosidad, de creatividad. La conciencia no puede quedar reducida al capricho de cada uno. La conciencia es el lugar de encuentro con la verdad.

Benedicto XVI, para cuyo servicio la verdad es un objetivo central, afirma: “La ausencia de la verdad es la verdadera miseria del hombre actual”. No la pueden reemplazar los valores; pues la raíz de los valores es la verdad de que ellos responden a las objetivas exigencias de la naturaleza humana.

El Papa nos ayuda a descubrir que la verdad es un don que a nadie enajena, a nadie saca de sí mismo; el Papa señala la íntima unión de la verdad con el amor. Y porque verdad y amor son uno, la verdad es tolerante; no es un ídolo frente al cual hay que sacrificar al enemigo. “Lo que caracteriza la fe cristiana es el hecho de que ella no separa la racionalidad de la religión, el hecho de que no las opone la una a la otra, sino que las une en una estructura, en la que las dos deben purificarse y ahondarse mutuamente.

Ya el Evangelio escrito por San Juan comienza: “En el principio ya existía la Palabra”, que es expresión de una idea, de la razón. La razón no nace de lo irracional biológico o cósmico, del ‘big bang’. El cristianismo, pues coloca la razón en Dios mismo, es un racionalismo consecuente.