Para ayudar a un niño de 7 años a superar las orinadas nocturnas, el doctor Howard Bennett recurre a globos rojos llenos de agua y un superhéroe llamado Supervejiga.

Hay alarmas y medicamentos, pero para los millones de niños que se orinan en la cama, comprender cómo funcionan sus cuerpos es la clave para superar el problema.

Para esto existe Supervejiga, inventado por Bennett, protagonista de un libro de la Academia Estadounidense de Pediatría que está dirigido no sólo a los padres sino a los propios niños.

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El objetivo es que el niño comprenda que el problema _que los médicos llaman enuresis nocturna_ no es culpa suya: no es cuestión de fuerza de voluntad sino de la biología, y existen formas de resolverlo.

El niño normalmente aprende a controlar sus esfínteres entre los tres y cinco años. El cerebro y la vejiga deben aprender a colaborar. La vejiga le indica al cerebro que se está llenando. En respuesta, el cerebro le indica a la vejiga que se relaje y aumente su capacidad o bien despierta al niño.

En ocasiones el problema se debe a la diabetes o alguna anormalidad anatómica. Pero en el 85 por ciento de los casos se debe a una de tres causas principales:
La sensación de que la vejiga está llena, cuando no lo está.
La insuficiencia de la hormona vasopresina, que reduce la producción nocturna de orina.
El niño tiene el sueño pesado y la sensación de vejiga llena no alcanza a despertarlo.

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Algunas recomendaciones de Bennett:
Limitar la ingestión de líquidos antes de ir a la cama, pero beber mucho líquido más temprano para ejercitar la vejiga. Creemos que si uno presta más atención a su vejiga durante el día, le prestará más atención de noche, dijo el especialista.
El niño debe marcar en un calendario la frecuencia de sus incontinencias nocturnas. Una vez que logre mantenerse seco dos semanas seguidas, el problema probablemente estará superado.
Explicar al niño que hay que entrenarse para controlar la vejiga, así como el deportista se entrena diariamente, y darle una pequeña gratificación aunque no se mantenga seco.

Las medicaciones, dice Bennett, deben ser el último recurso, ya que tienen efectos secundarios y su efecto suele ser temporario.