La solución inmediata ha consistido en declarar el estado de emergencia eléctrica. Con eso el Estado podrá concederles créditos a las empresas generadoras de termoelectricidad para que adquieran el diésel que necesitan con urgencia.

Pero eso no significa que la crisis se haya resuelto del todo. El consumo de electricidad en el Ecuador aumenta a ritmos acelerados, pero la generación en cambio se halla estancada –si es que no disminuye– debido principalmente a la falta de inversiones y a la pésima administración en el sector.

En otras palabras, el peligro de los apagones no ha desaparecido. En las próximas semanas y meses dependeremos del nivel de los ríos. Si este continúa descendiendo –al anticiparse este año el estiaje–, las consecuencias podrían ser graves.

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Una nueva crisis a la vista. Ojalá que las autoridades encargadas de evitarla no reaccionen esta vez demasiado tarde.