Unos la consideran poco menos que una santa; otros, una oportunista. Pero lo que nadie puede negarle a Cindy Sheehan es que su protesta frente al rancho del presidente de EE.UU., George W. Bush, ha revitalizado el debate sobre la presencia de Estados Unidos en Iraq.

Los medios de comunicación estadounidenses ya la llaman la “madre pacifista”. Su energía parece no tener límites, alimentada por el inmenso dolor de la muerte de su hijo de 24 años, Casey, el 4 de abril del año pasado, uno de los más de 1.800 soldados muertos en Iraq.

Pero la campaña pacifista de Sheehan, de 48 años, tiene un gran costo personal. Esta semana se supo que su esposo, Patrick, un representante comercial, había pedido el divorcio, y los allegados de la activista reconocieron que el estrés derivado de la muerte de Casey condujo a la separación de la pareja, que tiene tres hijos más.

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Antes de abril del año pasado, su vida giraba en torno a su familia y varios empleos temporales, incluyendo uno en una iglesia, según el San Francisco Chronicle.

Pero tras la muerte de Casey, Sheehan se convirtió en activista a tiempo completo y cristalizó sus objetivos en enero pasado al crear el grupo pacifista Gold Star Families for Peace.

Sheehan lleva siempre consigo la foto de su hijo. “Estoy segura de que diría: no quiero que mis amigos mueran porque yo estoy muerto. Quiero que mis camaradas regresen a casa”, ha manifestado.

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“Creo que esto vale la pena porque hemos creado este movimiento. Hemos hecho que la gente vuelva a hablar sobre la guerra”, indicó.

Pero comentaristas conservadores la han denunciado como “traidora” y “oportunista”, han argüido que está siendo manipulada o que actúa deliberadamente en concierto con grupos izquierdistas.