Si el país quiere alcanzar la meta propuesta de educación básica para todos en el año 2015, es necesario que durante este año todos los niños y todas las niñas en edad adecuada tengan acceso al primer año de educación básica.

La presión social había logrado que se asigne la partida necesaria para que esto sea posible y en la Costa se matricularon 14.000 niños y niñas. Sin embargo, según una noticia aparecida en un diario de nuestra capital, el programa peligra en la Sierra y en la Amazonia, pues no se logra que el Ministerio de Economía realice los desembolsos necesarios. La nota añade que hay oposición de la UNE, porque los maestros encargados del programa son contratados y no tienen nombramientos.

Ciertamente, lo deseable es que los maestros sean nombrados después de un riguroso concurso de merecimientos, pero si por ahora el presupuesto no lo permite, es aceptable que sean contratados si de eso depende que los niños sean atendidos en su iniciación escolar y, es de suponer, que ningún maestro se opondrá a ello, porque, por encima de los derechos gremiales está el derecho de todos los seres humanos a la educación.

Los primeros años son decisivos para el desarrollo de las personas y, probablemente, de ese primer año de educación básica depende en mucho su capacidad de aprendizaje, de socialización, de desarrollo emocional, de habilidad motriz. Cualquier maestro de lo que antes se llamaba primer grado y ahora es segundo de básica, sabe que hay una gran diferencia entre los niños que tuvieron acceso a la educación preescolar y los que no la tuvieron. Probablemente, las diferencias también se noten en la vida.

Y mientras se discute y se atrasan las asignaciones, el futuro de los niños más pobres del país peligra y, por supuesto, con ello peligra el porvenir mismo de la nación porque debemos entender de una vez por todas que el desarrollo y la democracia los construyen los ciudadanos y que no hay forma de tener ciudadanos críticos, participantes, comprometidos y productivos si no han recibido la educación adecuada en el momento preciso.

Si es necesario presionar, hagámoslo, cada uno como pueda, pero defendamos uno de los derechos humanos fundamentales, consagrado además en nuestra Constitución. Con ello, defenderemos, además, la justicia pues no hay mayor negación de ella que quitarle la igualdad de oportunidades a los seres humanos en desarrollo.