La falta del servicio obligó a los habitantes a construir pozos y a instalar bombas en sus predios.

El desfile de personas  con lavacaras repletas de ropa sucia o baldes y que se acercan a las orillas del río Puca es incesante en los días laborables.

Por ese río se desliza un líquido verdoso, y decenas de personas llegan a lavar o a proveerse de agua, porque de los grifos de las viviendas conectados al sistema de tuberías pocas veces brota.

La falta de este servicio obliga a cavar pozos e instalar bombas en sus predios.

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La Corporación Reguladora del Manejo Hídrico de Manabí (CRM) construyó en la década del setenta la red de tuberías para distribuir el agua en la zona urbana, y que se succiona de tres pozos ubicados en la zona alta.

El sistema colapsó hace diez años y ahora solo abastece al 30% de la población de forma irregular.
“Debemos estar pendientes porque el agua llega durante una hora cada dos días. Los habitantes somos los principales afectados”, dice el agricultor Luis Zambrano.

Este habitante refiere la pugna que mantiene un grupo que pide la salida del alcalde Winston Mieles (Prian), y que se tomaron el Cabildo desde el 14 de abril pasado.

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La Municipalidad contrató  tres operadores para el mantenimiento del sistema de bombas y tanque elevado. Por este servicio, 300 abonados cancelan un dólar mensual. “La mala calidad del servicio desalienta el pago. La mayoría nos proveemos de otras formas”, afirma Giorgi Calero Zambrano, presidente de la Asociación de Empleados Municipales de Olmedo.

Guido Solórzano, por ejemplo, recorre sobre un burro las adoquinadas y polvorientas calles de Olmedo para vender a 10 centavos de dólar una poma con agua de río. Seis familias que habitan en los bordes de la avenida Ulpiano Páez se proveen de un pozo que construyó el CRM. Ellos adquirieron bombas para succionar el líquido a través de mangueras hasta sus casas.

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La falta de la red de alcantarillado es otra falencia. Recipientes de plástico y basura flotan a lo largo de estos riachuelos que expenden fétidos olores.