Para los que la recordamos como la oscarizada actriz que se identificó siempre con roles que de alguna manera trascendieron su tiempo, Jane Fonda siempre fue también una caja de sorpresas. Solo ella pudo pasar hábilmente de radical militante de causas antibélicas en los años setenta a reina de ejercicios aeróbicos en un video que la hizo multimillonaria. Eso sin tener que profundizar sus tres matrimonios con personajes del cine (el director francés Roger Vadim), la política (Tom Hayden) y finalmente con Ted Turner, monarca del periodismo televisado en su imperio de CNN.

Lastimosamente Jane ha decidido regresar a Hollywood con bombo y platillo en una de esas comedias descartables que ahora vemos todas las semanas. “Órgano que no se usa se atrofia”, dice el refrán. Después de quince años de ausencia, la actriz que vemos en Una suegra de cuidado (Monster in law) cae en los turbios pantanales de una industria cinematográfica que atraviesa problemas serios y que no ha podido –a pesar de inversiones billonarias– levantar cabeza en sus últimos megaestrenos veraniegos. Según el New York Times en un reportaje reciente, ha habido un bajón del 10% en la taquilla norteamericana, comparativamente a lo que se hizo el año pasado.

Las causas son obvias y se pueden constatar en películas como esta. Un libreto repleto de clichés: suegra diabólica contra chica bella y simpática enamorada de príncipe encantado. Lo triste es que por debajo de la historia hay elementos rescatables que nunca son utilizados eficazmente por el joven director australiano Robert Luketic.

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Vemos a la Fonda encarnando a una reina de los talk shows que es desplazada violentamente por una animadora mucho más joven y que tiene que enfrentar a una resplandeciente nuera (nada menos que Jennifer López), que la puede desplazar también de su último contacto humano, su único y adorado hijo (Michael Vartan). Hay mucho detrás de esta diva en descenso que podría ser motivo de una parodia más contundente y esto nunca es aprovechado en el filme.

Todo sucede alrededor de las paradisiacas mansiones playeras de Malibú en California y las idílicas vistas que distraen nuestros ojos nos apartan de los aspectos más reales de los protagonistas que, presentados por el director Luketic, caen en fórmulas obvias y cansonas. Jane Fonda se llama Viola aquí y aparece vestida y maquillada para tener algún parecido con Cruela de Vil. Jennifer López a sus 37 años sigue repitiéndose hasta el cansancio como la ingenua heroína flechada por cupidos de otras eras.

La verdadera alerta en Una suegra de cuidado es para la propia Jane Fonda: Hollywood recicla sin piedad triunfos del ayer que no necesariamente funcionan en los tiempos de Kill Bill.